Google+ Taller de Escritura Creativa de Israel Pintor en España: 2013

Celebramos juntos la pasión por la literatura

Tuve el placer de reunirme con algunas de las personas que han formado parte del Taller de Escritura Creativa para celebrar. Celebrar varias cosas: la llegada de la Navidad, los poco más de tres años de vida de este espacio conformado por apasionados de la literatura, pero sobre todo para celebrar los vínculos de amistad y fraternidad que se han ido estableciendo con el paso del tiempo.
Las personas que están suscritas al boletín de noticias recibieron, a principios o mediados de noviembre una invitación para comer y conversar. Recibí la respuesta de mucha gente, toda entusiasta. Desde aquí agradezco a los que enviaron felicitaciones y aprecio a través de los diversos medios de contacto y que desafortunadamente no pudieron acompañarnos. A quienes sí tuvimos la posibilidad de compartir esa maravillosa tarde del 19 de diciembre envío otro agradecimiento y un abrazo apretado y cálido (que no viene mal con el frío que atormenta ahora a Sevilla). Como lo prometí, aquí está la foto de recuerdo. Perdonar, por favor, la mala calidad de la imagen, así como la demora para publicarla. Que nos sirva a todos para conservar en la memoria una tarde espléndida de manjares italianos, historias varias y amor por la literatura.
De derecha a izquierda: Amanda Panella (escribe actualmente un drama amoroso que pinta para convertirse en novela corta); Cynthia (compañera guatemalteca que se encuentra de visita y decidió sumarse a la celebración, amiga de Raimundo Lión); Arturo Muñoz (quien casi concluye una novela titulada La casa del acantilado que narra las desventuras amorosas de una mujer "ingenua" de principios del siglo XIX); Manuel Martínez (columnista en un diario local de Carmona que escribe un libro de relatos unidos por el personaje protagonista: un tal Gumersindo que tiene mucha guasa); al fondo Margarita Ramírez (escribe un sensible relato intimista, de esos que enchinan el pellejo porque nos hacen reflexionar sobre la vida y la muerte); Agustín López Raya (un hombre-novela que ha demostrado en muy poco tiempo tener madera de narrador, madera de la buena, que escribe actualmente una historia autobiográfica que desarmará a más de un lector); Estela (una seguidora entusiasta que probablemente se nos una la temporada siguiente y quien amable se acercó a conocernos); un servidor, de quien no hace falta decir nada y finalmente Raimundo Lión (a quien mencioné antes sin decir que actualmente es alumno del curso intermedio dedicado a la práctica de los diferentes tipos de narrador, apasionado lector, atento alumno, autor atractivo que ha publicado en este blog textos francamente seductores y quien además nos agasajará próximamente, igual en este blog,  con un texto sobre su experiencia en el TEC). A todos: gracias por compartir conmigo una tarde atípica de lluvia en la Sevilla que recibe ya el año 2014.
Israel Pintor

Diciembre, 2013

Cena de fin de curso: grupo iniciación

El martes pasado cerramos el curso de iniciación con una cenita estupenda. Nos hicimos algunos regalos y dejamos que la tertulia se extendiera unas horas más, acompañados por unas buenas copas de vino y mucho entusiasmo. Ha sido un ciclo renovador, intenso. Los textos que han conseguido producir los alumnos de este curso han sido francamente interesantes. Algunos de ellos ya pueden leerse en este blog. 
Envío un abrazo caluroso a Javi Rubio, Gloria Huertas, Blanca Izquierdo, Bego Guerrero y Sete, integrantes del curso de iniciación de la temporada otoño-invierno 2013. 
Permanecer atentos a este blog porque estos autores podrían sorprendernos con nuevas creaciones la temporada siguiente. 
Y ahora: ¡las fotos!

Bego cocinó una empanada deliciosa con el nombre TEC como decoración. ¡Una pasada!

Era de jamón... Un manjar.
Y claro, la presume gustosa junto a Sete.

Y de pronto se me ocurre hacerle fotos individuales a todo el mundo...

Blanca Izquierdo, alias La Perra de Paulov.

Gloria Huertas en plan reflexivo.

Gloria Huertas muerta de la risa porque le salió fatal el plan reflexivo.

Sete con ojitos de ternura.

Una cámara produce siempre el efecto ataque de risa.

Aquí faltó Javi Rubio, que se empeñó en jamás dejarse fotografiar.

Comimos de todo, hasta reventar.

Nos hicimos regalos y añadimos notas bastante literarias: no podía ser de otro modo.

Javi Rubio en plan fotos never and ever, amén.

La ronda de regalos se prolongó un rato alegre.

Me tocó recibir el kit para escritores:  foulard y la taza venían acompañados de una libreta.
Por supuesto, no faltó el manual de instrucciones. Muy divertido.

Como puede comprobarse, había pura Coca-Cola para beber.

Hasta Dora la exploradora hizo presencia.

Marisol Herrera, ex alumna publica Recuentos

Hoy, en punto de las 19 hrs. acudí al Palacio de los marqueses de la Algaba, espacio mítico de la cultura sevillana ubicado a las espaldas del famoso mercado de la calle Feria, por invitación de los señores Herrera y Rodríguez, padres de la recién finada y muy querida ex alumna del TEC: Marisol Herrera. 
Hace mucho no me emocionaba tanto en la presentación de un libro. Entre amigos y familiares celebramos la pasión literaria de una escritora de oficio que, durante su última etapa de vida creativa acudió religiosamente a las clases del sencillo Taller de Escritrua Creativa que tengo a bien coordinar. 
Recuentos, el libro de cuentos y microrelatos que escribió Marisol, con prólogo de José María Rodríguez Chei, preámbulo del escritor Jaime Passollas Jáuregui y epílogo de José Luis García Prieto es una compilación de su prosa más destacada.
Marisol y yo trabajamos juntos, primero en los cursos de iniciación y posteriormente de manera particular a través del coaching literario durante aproximadamente año y medio. En ese tiempo Marisol y yo tuvimos la oportunidad de forjar una bonita amistad. Fui testigo de sus progresos, de su entrañable sentido del humor (a veces irónico y otras sarcástico) y de la fortaleza inquebrantable que le dibujaba siempre una sonrisa en los labios. 
Parte de Recuentos fue revisada, corregida y reescrita mientras Marisol y yo trabajamos juntos con el objetivo de materializar el manuscrito, me refiero sobre todo a los cuentos, a los cuales dedicamos especial atención. 
Me siento francamente contento por la publicación de Recuentos, un libro que hoy forma ya parte de mi biblioteca particular y el que con gusto recomiendo leer a través de este blog. Los cuentos de la autora son divertidos, misteriosos, inquietantes, de ese tipo de textos que te invitan a la reflexión. 
Este libro representa, además, la realización de un sueño que compartimos todos los que formamos parte del TEC: ver un día convertido en libro nuestra vocación y pasión literaria. Hoy Marisol Herrera hizo realidad ese sueño. ¡Salud! Por el cuento, por la autora, por la publicación y por el placer de compartir con ustedes el éxito de uno de los alumnos que han dejado huella en este taller.
Por cierto: Recuentos está ya a la venta en librerías. Si les interesa conseguirlo pronto mejor acudir a la librería El gusanito lector (c/Feria, 110), allí seguro lo encuentran.

Israel Pintor

Hubo lleno total, no cabía un alma.

Portada
Contraportada

La vida de la señora Valhondo, por Bego Gerrero

Nunca he pretendido regalar sabios o necios consejos a ningún alma que no los requiriera, bien a través de las palabras, bien haciendo hablar una mirada; que muchas son las ocasiones en las que el corazón se sirve de una delatora caída de ojos si tiene necesidad de hacerse escuchar. Pero hoy, querida Sofía, hoy voy a obsequiarte con un regalo que no has pedido y si así hubiera sido, disculpa entonces mis años que, a la fuerza, pierden reflejos por más atención que quiera poner a la felicidad de mi única y adorada nieta.

Muchas veces me has oído, no sé si escuchado, predicar mis creencias que, si bien no son abundantes en número, si lo son en peso para el alma. Me has oído, Sofía, tantas veces alabar la bondad del que humilde, aunque rico en monedas, no olvida y más aun, se enorgullece de un pasado privado de todo aquello que no fuera la más absoluta pobreza. Y sabes, Sofía, bien sabes que aunque ahora repose este cuerpo ajado sobre sábanas delicadas bordadas en seda, hubo un tiempo en el que mis frágiles huesos de niña, se tumbaban cada noche sobre el austero lecho que me proporcionaba la caridad de las hermanas carmelitas.
Pero como a ti, Sofía, como a ti la Naturaleza me otorgó el don de la belleza y como a ti, Sofía, como a ti me hizo mujer de amplias entendederas y buen corazón. Y fue gracias a ello que la Madre Ángeles me entregó su plena confianza, me permitió leer y formarme a través de la Ascética de Fray Luis, de la Mística de Santa Teresa y luego miraba hacia otro lado cuando veía que eran María de Zayas o el joven Galdós los que me acompañaban a la cama.
Es a ella, Sofía, a ella a quien debo el haberme enseñado a planchar trajes y camisas, a bordar sedas y a remendar zurcidos. El haberse pasado horas haciéndome oler las especias para nunca equivocarme a la hora de engrandecer un guiso. El haberme hablado siempre en el mismo tono de voz suave y respetuoso, utilizando la palabra adecuada y obviando las blasfemias que salieran por mi boca si alguna hermana había descubierto y quemado mis libros prohibidos. Ella me enseñó a ser persona y después, a ser una persona que pudiera hacer algo en el Mundo.
Y fue ella, Sofía, fue ella la que me acompañó de la mano a casa de la Señora Nerias, la casa en la que entré a realizar las tareas del hogar al son de las más bellas sonatas que construían los dedos de Jesús, el pequeño de los hijos de la Señora de la casa. Pasaron tres años hasta que pude verlo la noche en que me olvidé de poner el cerrojo de mi diminuto cuarto. Y allí, a la luz de la vela bajo la que me encontró rezando el segundo rosario, me leyó el más bello poema de amor jamás escrito. Dobló el papel y lo guardó en mi mano. Y después se fue dejando inconcluso para siempre, aquel segundo rosario.
Jesús continuó cultivando aquellas notas que parecían susurradas en su oído por algún ángel del cielo y aquella música dejó de envolver solo cada estancia de la casa y pasó a sonar rotunda en los grandes teatros del país, y aún así, cada noche, interrumpía mis oraciones para enviarme a los brazos de Morfeo con la más placentera sensación de cohibida felicidad. Noche tras noche, Sofía, noche tras noche durante siete años de mi vida.
Pero entonces, Sofía, entonces llegó el coche negro a la puerta de la casa aquella mañana y de él se bajó la futura y nueva Señora Nerias, hija de un adinerado marchante de arte y prometida, desde hacía cuatro años, del Señor Jesús.
Y no pienses, Sofía, no pienses que no sufrí y que no se retorció mi alma herida de muerte aquella mañana y todas las mañanas del resto de mi vida, porque sí lo hizo y lo sigue haciendo porque Sofía, cuatro años habían pasado desde el día en que él hizo entrega del anillo de su abuela a otra mujer que no era yo. Y sin embargo, sin embargo no me hizo llegar las cartas que tu abuelo, su amigo de la infancia, me escribía cada noche desde el primer día en que me vio, cogida de la mano de la Madre Ángeles, la mañana en la que me despedí de ella y del convento para siempre.
Pero nunca permitió mi corazón que me viera derramar una lágrima ni mis manos permitieron que volviera a interrumpir mis oraciones, pues ni una noche más olvidé pasar aquel cerrojo que jamás dudó ante las súplicas quedas del falso enamorado.
Y pasaron los fastos del festejo por el nuevo matrimonio y con ellos las sonatas y los poemas por debajo de la puerta que se tornaron en cartas de amor que cada día puntual, me hacía llegar el cartero. Poemas cuyo sentido yo no acertaba a comprender pues era tan distinto el tono, Sofía, tan distinto que mi pobre alma desgarrada no reconocía más que mentiras entre ornamentados cultismos y retóricas metáforas. Mas siempre firmaba con su primera inicial y una incansable pregunta: “¿Cuándo querrás ser el agua que reanime a este muerto de sed?”
Pero la vida es justa, es justa y quiso por ello el destino que la Señora Nerias abandonase este mundo en pos de uno mejor para mí, y fue ella misma la que recomendó mis servicios en casa de la Señora Valhondo, tu bisabuela Sofía, la primera Sofía y más sabia, si me lo permites decir.
Y quiso el destino que volvieran a mí cada noche los poemas de amor que interrumpían mis antiguos rosarios porque voy a confesarte, a confesarte que el Señor Jesús era diestro en el piano, más no con la pluma ni tampoco de espíritu, pues afanaba sin piedad las palabras que con tanto amor me escribía cada noche tu abuelo, quien además de maestro de las letras, lo fue también en discreción y paciencia, callando sus sospechas si con ello conseguía su amigo la felicidad que anhelaba. 
Y ya sabes el final, porque de hecho, tú estás aquí como digna heredera de tu abuelo, el más grande de los poetas que ha dado esta tierra. De modo, Sofía que no olvides nunca tus orígenes, que aunque repletos de bondad y de afectos, lo están también de humildad y trabajo; por ello Sofía, obliga a tu corazón a decidir, no entretengas al poeta mientras te decides por el boticario porque, Sofía, con todo mi amor te diré las únicas palabras que le dirigí al Señor Jesús en la única carta que le envié: “Agua que no has de beber, déjala correr”.

Fuente: http://arteantiguedades.blogspot.com.es

La Perra de Paulov: Blanca Izquierdo aterriza en Radiópolis

Blanca Izquierdo, mejor conocida como La Perra de Paulov, actual alumna del curso de iniciación del Taller de Escritura Creativa se estrena como locutora de radio en un programa homónimo que se transmite en Radiópolis. Aquí dejamos el enlace para que se suscriban al podcast. Desde aquí, querida Blanca, te deseamos la mejor de las suertes y vamos a estar muy pendientes de tu trabajo en la radio. ¡Enhorabuena!



El nudo, Noemí Vallecillos

Me estoy anticipando, pero es que lo conozco, y da igual que me anticipe. Total, no voy a poder cambiar nada de lo que pase ahora. Sólo puedo esperar. Puedo esperar o irme. También puedo irme, ¿verdad? Puedo irme o puedo engañarme pensando que puedo irme. Pero no puedo. ¿Y si me tomo algo para dormir? Cuando él venga estaré dormida. Por lo menos habré dormido algo. Estaré tranquila, pero no podré evitar nada. Por mucho que intente planear no podré evitarlo. Sólo puedo esperar. No puedo irme. Ya sé, voy a borrar el mensaje de mi jefe del móvil. Eso de que está muy contento con mis ventas guapa, es una provocación. Seguro que hoy me parte el móvil. Lo borro y ya está. Ya está, borrado. ¿Qué más? ¿Qué más puedo hacer? He fumado mucho. No se va a creer que me lo he fumado yo sola, va a pensar que ha estado alguien aquí. Mejor que vacíe el cenicero y meta las colillas al fondo de la basura por si se pone a rebuscar. Vale, dejo unas cuantas en el cenicero, si no va a pensar que acabo de llegar y que dónde he estado. ¿Dónde estará él? Cabrón, seguro que estás currándote a la camarera del Habanilla. Debería guardar mi portátil en su maletín, si lo ve por aquí en medio me lo parte. Mejor me tomo un myolastán para estar tranquila, así duermo unas horas hasta que venga y no me voy al trabajo sin dormir. Pero claro, si me lo tomo, mañana estaré muerta en el trabajo. Mañana estaré muerta. Vendrá a las cuatro o a las cinco de la mañana. Mínimo dos horas de bronca. Me despertará quién sabe cómo. Puede sentarse en la cama y empujarme de un manotazo para que vea que se ha rajado los brazos con una cuchilla. Yo me despertaré sobresaltada y aturdida por el myolastán, deseando que le de un mareo para que se quede dormido. Le sujetaré las manos para que no se corte y empezará la pelea. Un empujón o un bofetón primero. Puede arrancarme las bragas para ver si he estado con alguien. Podría quedarme como muerta, sin hacer nada, convertirme en el pellejo abandonado de una serpiente. Le estará pasando a otra. Pero entonces él pensará que paso de todo, que paso de él, que no me preocupo, que él está mal. Que yo ya tengo otro al que quiero follarme. Que por eso paso. Puede destrozarme el traje chaqueta para que no vaya a trabajar, o tirarme mis cosas por la ventana y sacarme a la calle en pijama, y entonces qué, ya no sé qué más inventarme en el trabajo. Estaré a las seis de la mañana en la calle en pijama, sin dinero, sin nada. Mejor será que no me quite el rímel. Voy a comerme el myolastán, necesito calmarme. También podría irme a casa de Nuria y Alberto. Me cojo las cosas del trabajo y me planto allí. Nuria me dirá que desconecte el móvil, porque cuando vuelva a casa empezará a llamar y mandar mensajes. Eres una zorra, dónde estás. Ya sabía yo quién eras tú, eres muy zorra Mara. Dónde estás, ¿eh? Te estás follando a otro. Ésa eres tú. Mierda de tía, voy a buscarte. Dime dónde estás. Mira que tiro a tu perra por la ventana. Te vas a cagar cuando te vea, zorra. Me estoy follando a otra, ven y escúchalo. Se oye en toda la calle la que estamos liando. Por aquí no vuelvas más zorra. Olvídate de tus cosas. Anda ven, ven y mira que te lo he tirado todo por la ventana. Tu ropa está en la calle. Los pantalones con los que te has follado a otros Por aquí no vuelvas puta. Dónde estás. Dime dónde estás que voy. Dame las llaves de mi casa, dónde estás, tráemelas y te vas que no quiero verte más pedazo de hija de puta. Dame mis llaves cabrona. Ya te quiero ver aquí. Y como se presente en casa de Nuria ya va a tener ella movida con Alberto por mi culpa. Porque claro, porque no se puede meter a los demás en marrones. Yo vuelvo con él y yo me la mamo, ¿no Nuria? Yo me puedo quedar en tu casa el tiempo que quiera pero no le cojo el móvil ni una puta vez más, ¿verdad? Nada de estar yendo y viniendo con una mochilita improvisada. Tengo que tomar una decisión. No puedo irme Nuria. No tengo credibilidad, ya lo sé. No puedo irme, no quiero perderlo Nuria. Nuria, no me dejes por favor. Yo no molesto, me meto en el cuarto y mañana hablo con él tranquila. Mañana se despertará depresivo y lo abrazaré. Nuria, no puedo irme, ¿no me entiendes?, tú eres mi amiga. Nuria por favor. Estoy agotada, desde que ha vuelto a meterse no duermo más de tres horas al día. No puedo más. Tello para ya. No puedo irme Tello, no puedo, quiero estar contigo. Si me voy a los dos días tendrás a otra aquí, disfrutando de tus atenciones. Porque soy muy poquita cosa para ti. Soy una cría Tello. Te quiero, quiero estar contigo. Si hoy me pegas mañana me cuidarás. Mañana y quizá dos días más. Te sentirás culpable, me demostrarás que no eres un puto psicópata. Me dirás que te vuelves a quitar, que ya no te metes, y estarás así tres días. Tres preciosos días en los que me cuidarás. Me harás mi zumito de naranja por la mañana, me llevarás y me recogerás del trabajo, follaremos dos horas seguidas, hablaremos hasta las seis de la mañana, me mandarás mensajes diciéndome que soy lo mejor que te ha pasado. Me llamarás para decirme que has ido a este sitio o al otro y sólo te has pedido una cerveza sin. Por la noche no saldrás y me harás la cenita. Prepararás carrillada con puré de manzana, beberemos mosto sin alcohol, nuestros porritos. Nuestros pies anudándose en el sofá. Te la sacarás y te la comeré. Serás un mástil inmovible en la tormenta. Me traerás del chino un euro de gominolas. Quiero estar contigo, eres mi familia Tello. No hay nada después de ti. No puedo irme cariño. Soy mejor de lo que ves. De verdad. No te voy a dejar nunca, no puedo ni mirar a otros, ni hacerme una simple paja donde no aparezcas tú. Tello me da igual lo que hagas. Yo no me voy, ¿vale? Un día estaremos bien. Tú dejarás toda esa mierda de la droga y te pondrás a currar de cocinero. Estaremos bien. Nunca he sido tan feliz como ahora. Nunca he estado tan viva. Qué sabe nadie Tello. Estaremos bien. No va a pasar nada, me quedaré dormida y vendrás, y en vez de liarla follaremos. Me da igual no dormir una noche más. Volveremos a vivir. Mañana por la mañana tendré los ojos brillantes, y ni el sueño ni el miedo tendrán importancia. No va a pasar nada porque yo no me voy a ir con nadie ni nada, de verdad. No desconfíes de mí. Te quiero amor. No va a pasar nada. Me duermo y ya está. Me dejo el rímel puesto y cuando me despiertes estaré guapa, pase lo que pase. A lo mejor no tanto como la camarera del Habanilla, pero mírame Tello, cuando me tocas amanezco, se me sonrojan las mejillas, sé ponerte cachondo. Follando me vuelvo más guapa, ya verás. Te quedarás dormido sobre mi espalda, respirando en mi nuca. Y nuestras raíces se anudarán todavía más y nada podrá quitar el nudo. Y todo merecerá la pena por ese momento. No va a pasar nada, no te anticipes. ¿Y ese portazo? Sí, ahí estás, ya subes.


¿Por qué y para qué escribo?, Bego Guerrero

Por mí. Para mí. 
Fui una niña que rara vez pedía juguetes en su carta a los Reyes Magos. Fui una niña que deseaba que llegara el verano para poder pasarse media mañana recorriendo los pasillos de la biblioteca, eligiendo historias que poder disfrutar el resto del día. Fui una niña que cenaba con prisas para poder irse pronto a la cama a leer un ratito antes de que llegara su hermana y apagara la luz. Fui una niña que corregía a sus amigas las notitas que se intercambiaban en clase… y a pesar de eso, de ser una niña potencialmente solitaria, gocé de buenas y duraderas amistades y he disfrutado tanto de ellas, como de un buen libro.
Fui también una niña que ganaba casi cada semana el concurso de redacciones de mi clase. Tendría entonces unos diez años y se ve que la fama, al final se me subió a la cabeza y descubrí que a la gente le gusta escuchar historias. Así que yo las inventaba y escribía en las hojitas perfumadas que nos intercambiábamos en algunos recreos. 
Luego me convertí en guionista e inventaba diálogos basados en las historias del Equipo A o de Dragones y Mazmorras para que mis compañeros dejaran de comunicarse mediante onomatopeyas y lo hicieran como los actores que creían ser.
Después coqueteé con el relato erótico y me pasaba las horas de física y química escribiendo palabras tomadas por un ejército de hormonas. Lo hacía a medias con Ana, mi amiga eterna. Teníamos previsto ser las dos primeras adolescentes en ganar un premio Sonrisa Vertical pero la madurez se interpuso en nuestro camino y olvidamos el género, lo cual desilusionó al pequeño pero fiel, círculo de oyentes que teníamos. 
Y desde entonces, las palabras siempre me han acompañado. Nunca dejé de leer y nunca dejé de escribir. En ocasiones pienso que es la evolución lógica para quien de verdad ama leer: querer imitar a quien se lee. Siempre la imitación fue el germen de la originalidad. Y esto que es a priori una paradoja, puede observarse a lo largo de toda la Historia de la Literatura. El autor de El Lazarillo de Tormes bebió de la fuente de El Asno de Oro de Apuleyo; Cervantes de la del Amadís de Gaula; Lorca de la de Victor Hugo… y esto sólo por poner tres famosos ejemplos.
Empecé a escribir porque quería ser capaz de contar mis propias historias y quería ser capaz de hacerlo tan bien como los autores que me han ido acompañando por la vida. Ahora sé que aunque no sea posible tocar la luna con la mano, no tienen nada de malo querer seguir intentándolo.
Escribo porque cuando lo hago, estoy a solas conmigo misma, con mi cabeza, con mi corazón. Escribo porque cuando me siento ante la hoja en blanco, no siento miedo, siento emoción; la misma que sentía los viernes porque podía quedarme más tiempo despierta y leyendo. 
Escribo porque me gusta que las palabras no se las pueda llevar el viento si yo no quiero. Y si quiero, puedo hacerlas desaparecer.
De modo que sólo escribo porque me hace feliz.
Lorca fue un niño de pies planos y piernas asimétricas que no participaba en los juegos propios de su edad por su poca agilidad física; pero a él le gustaba observar cómo lo hacían los demás. Todo lo que percibían sus ojos, lo plasmaba luego su mano y es fácil encontrar guiños a su vida de niño en su pueblo, salpicados por toda su obra. Él prefería recitar sermones religiosos ante un público formado por su familia y el servicio de su casa a los que pedía como única condición, que lloraran durante el mismo. Disfrutaba contando sus historias y provocando (aunque fueran ficticios) algún sentimiento en los demás.
Lejos de compararme con él (esto no es querer tocar la Luna con las manos, es querer tener un piso en Marte), lo cito por la inmensa admiración que le tengo y por lo mucho que he aprendido de él. Y yo, como pudiera hacerlo el más inmenso poeta que mi juicio conoce, escribo para provocar sentimientos; para arrancar risas, alguna lágrima, alguna muestra de cariño hacia mí.
Escribo para que quien quiera leerme, pase un rato distraído, ameno, agradable. Y esas son todas mis pretensiones. Escribo para ser feliz mientras lo hago y mientras me leen. Escribo para mí, porque al final, todo son recompensas.
De modo que sólo escribo para ser feliz.

Fuente: http://literaturaypoesia20.blogspot.com.es

Curso intensivo de iniciación - convocatoria


Octubre, 2013

El Taller de Escritura Creativa de Sevilla convoca a inscripciones para el curso intensivo de iniciación que se impartirá durante el mes de diciembre próximo.

Estas son las bases:
  1. Podrán inscribirse todas las personas interesadas, previa consulta de requisitos y siempre que éstos sean cubiertos por los aspirantes. Para conocer toda la información referente al curso intensivo de iniciación ir aquí.
  2. Se ofertan 10 plazas para el curso.
  3. El periodo de inscripción abarca desde la fecha de publicación de esta convocatoria y hasta el miércoles 4 de diciembre. Las inscripciones habrán de realizarse vía internet, rellenando un formulario aquí.
  4. Las clases se impartirán los días 4, 5, 11, 12 y 13 de diciembre, en un horario de 17 a 19 hrs., (el horario puede modificarse siempre que el grupo coincida en ello durante la primera sesión). El aspirante habrá de poseer cierta flexibilidad horaria para facilitar así la concertación del grupo.
  5. Todas las clases se impartirán en Av. Doctor Fedriani 44, 4ºA, Sevilla Capital, C.P. 41009
  6. Se ofertan también los siguientes servicios adicionales: revisión y corrección de textos, lectura de manuscritos, creación de reseñas, haciendo énfasis en el servicio de Coaching literario, un método que consiste en dirigir, instruir y entrenar al escribiente de manera 100% particular con el objetivo de conseguir la materialización de un proyecto creativo concreto. Clases privadas de dos horas de duración semanal, repartidas a lo largo de doce sesiones en las que se trabajará intensamente en el desarrollo del proyecto: desde la generación de la idea que invita a escribir y hasta la búsqueda de la publicación del resultado. Para más información visitar el apartado “Servicios adicionales” del blog.
  7. El coordinador del taller se reserva el derecho de apertura y organización del grupo.
  8. Cualquier alumno inscrito podrá invitar a uno o varios amigos a inscribirse al mismo o cualquier otro curso del TEC, obteniendo para él y para su(s) amigo(s) un descuento del 10% sobre el costo de la matrícula. Promoción no válida para la contratación de servicios adicionales.
  9. El precio de la matrícula del curso intensivo de iniciación es de 75€
  10. El pago de la matrícula será efectuado en un pago único a través de un depósito bancario, en efectivo antes del inicio de las clases, o a más tardar el día mismo de inicio. Para obtener el número de cuenta bancaria, contactar al coordinador.
  11. Cualquier aspecto no resuelto en esta convocatoria se solucionará a través de los comentarios de la página “Convocatoria” del blog. 

La bolsa, Noemí Vallecillos

Porque mira que pasan cosas raras, bueno, en general en tós laos pasan cosas, pero hay que ser comprensibles, en un bar sí que pasan cosas. Hay que tener mucha psicología. Parece que tó los días pasa lo mismo, pero pasan cosas a veces. Yo tengo un bar en una esquina de la calle Castellar  y allí pasa de tó,  como en tós laos, pero lo de esta mañana sí que ha sido raro. Voy a echarme un cacharrito antes de echar la cancela. Me pica tó el cuerpo, siempre me pica pero como soy muy nervioso…y con esto de hoy, ya pa qué.
Fíjate Churrilla, que es que así me llaman a mí por culpa de mi hermano, nada más viniendo de mi casa, justo en la pequeña curva que hace la calle desde donde se ve el cartel del Tuerto, que es mi bar, nada más verla en la puerta, a esa hora que ella nunca está, que era antes de las siete de la mañana y no tenían puesta en las calles ni las farolas ni ná, me olí yo algo raro. Le digo qué pasa, Mara, y ella tó seria, hola, Churrilla. Pero no Churrilla con el tono ese de… calienta pollas que pone ella, sino con tono tó serio digo, como cuando ella me dice que me ve “taciturno”. La tía, más rara que un piojo verde. Cuando le pregunté la primera vez qué carajo era eso de “taciturno”, me dijo extendiendo su brazo que un tío que tuviera un pollón así. El  que estaba al lao, se echó a reír, el Caragato, que está tó el día cuchicheando con Mara y fumando porritos, el chavalito, pobre, que está pasando una mala racha… Pero vamos, que “taciturno” significa serio.  Joé qué me pica el brazo. Me voy a echar otro cacharrito de esto, hombre, que me está sentando bien.
Total, que la tía, que llevaba el chaquetón ese negro que no se sabe si va con el pijama debajo, porque ella si encarta, se viene en zapatillas desde su casa, que vive al lao. Un poco más abajo que yo, donde vivía el Tello antes que ahora, vive ella. Pues allí. Y viene y ya se acaba la paz. Sobre tó cuando viene tó los días a desayunar, que está sin un duro, y en su casa no tendrá ná. Pues mira, ya me lo pagará, yo se lo digo que no se preocupe joé que ya si eso cuando pueda, pero cuando esté bien que lleva una rachita la pobrecita mía que pa qué. Pues eso, que ella llega aquí sobre las once como muy pronto. Llega liándola, cómo se pone ella. La tía entra y dice, hoy me la voy a comer entera. Y claro, tó los borrachos con el carajillo atragantao. Y yo le pongo su buena tostá con su jamón, que le echo un montón más que a los demás, su tomatito y su aceite. Viene con su portátil y se pone con sus cosas esas del Facebook. Yo no tengo de eso. Bueno, pues después de llevarse dos horas desayunando, se levanta y se va diciendo adiós, ya no vengo más pandilla de borrachos. Saca la perra y vuelve al ná, y se pide una Coca cola. Y es que yo creo que la Mara no quiere estar mucho tiempo en su casa. Como yo con mi padre y el señor que lo cuida, que es de no sé qué iglesia y un coñazo porque está to el día preguntándote cómo estás, tó pesao. Pa eso me quedo aquí con mi cacharrito.  Va a caer otro, Churrita, venga. 
Pues hoy la Mara estaba allí sobre las siete de la mañana con unas ojeras, que vamos, que hay que ver lo que se ha demacrado la niña esta este año. Tello y ella, los dos. Se les veía venir, que iban a acabar mal. Pero lo de Tello ya es que es pasarse, pobrecito.  Total, que la Mara allí, descorro la cancela, entro. Ella estaba callá mirando para abajo,  llevaba una bolsa, me la da. Olía a tó sus muertos la bolsa. No quise mirarla pero cantaba un huevo. Tenía unos bollos de pan duro, algunos paquetes de Nobel vacíos y un montón de papel manchao de sangre. Anda, tíramela, me dice la tía.
Mal año lleva la Mara, desde que el Tello y ella ya no están, que no veas los dos. Se las tienen jurá el uno al otro. Aquí nadie se mete porque terminamos escardaos. Porque el Tello, un día se le va la cabeza y la lía, y la otra es carajote. Porque hay que ver con las hechuras que me ha venío un montón de veces al bar. La vez esa con la cara echá abajo, compungía venía. Y luego al rato venía el otro buscándola. Que el Tello es tó bueno, pero bebe mu mal, mu mal beber, y to el día rayita pacá, rayita pallá…Anda que no la han liao estos dos ni ná este año. Y luego las llanteras de la otra en el bar cada vez que pasaba algo chungo, yo descompuestito, pa ná en verdad, porque luego se les veía riéndose juntos, él con una mano escayolá o algo, de la bronca, y ella con los ojos hinchados y algún moratón. Pero ellos pasando de tó. Aunque ya ni se hablan.
Yo era amigo antes de él que de ella, pero a la Mara le tengo yo mucha cosita, yo y los del bar. Hay que estar con ella. Qué hace esa niña en su casa si no. Que también lleva una rachita, que si primero lo del Tello, que se ha quedao cogía desde entonces, que si el curro al carajo, que si la casera la va a echar. Tó los días un drama.
En el bar, algunos días le da el ramalazo y no veas, nos pone a parir a tós por la puta cara, sin venir a cuento. Pero en el bar dicen que la muchacha es que está un poco inestable. Y le dan tabaco, le dicen que coma, porque es que no come ná. Mira, yo a cada uno lo ponía en una punta. Esos dos no se pueden ni cruzar, fíjate el plan en el bar, cuando han coincidido.
Con lo que es la Mara, que nos tiene a tós firmes, y cuando estamos tó a gusto en el bar viendo el fútbol la tía va y nos lo cambia y nos esconde el mando. Aquí le tenemos mucho cariño. En verdad es tó buena, pero es lo que dice esta gente, que está mu inestable. Se tendría que ir a casa de su madre o algo, porque desde luego, está fatal. Dime tú qué hace aquí en Sevilla, sin un duro, sin familia, con tó el marrón del Tello, que si la gente dice que ella lo denunció, que si el otro más enganchao que nunca. Un plan. Aquí al Tello se le quiere mucho en el barrio, tó el mundo dice que es tó enrollao, pero cuando se le va se le va, y a la otra también. Además, tanto llorar, nosotros compungíos, tó preocupaos y la tía que volvía con él una y otra vez. Con éstos mejor no meterse que acaba uno más desbaratao que el follaero de un gato. Pero a ella se le cruzan los cables a veces y nos echa en cara por qué nadie le plantó cara al Tello, que si a una mujer cómo se le va a pegar, y nosotros le decíamos que si volvía con él que qué quería que hiciéramos, y ella que no, que qué pasaría si le pasara eso a una hija nuestra o una hermana. Yo tengo hermana, hija no. Vamos, un marrón lo de estos dos.
Resulta que al rato de irse esta mañana ella, llega el Gonzalo el del carro, que es de aquí del barrio de tó la vida. El tío tó el día en su carrito, que si el Mercaíllo del Jueves, que si el de la Cartuja,…, y así se busca la vida él. Vamos, yo de él he sacao la frase esa de ése tiene menos luces que el carro del Gonzalo. Que parece un rumano el cabrón. Pues ná, llega y me cuenta que hoy a las seis de la mañana o así, cuando él salía a buscar los chismes suyos y sus cosas, vio a un colega del Tello, al calvo que va siempre con él, con la cara desencajá.
Otro cacharrito, ya el último y cierro esto. Mañana por la mañana barro y lo hago tó. Bueno, que na, que se encontró al calvo y le dijo que había entrao en casa de Tello, que está más pallá de San Julián, y que se había encontrado al Tello en el suelo inconsciente, desnudo de cintura para abajo, y sobre un enorme charco de sangre. El calvo llamó corriendo al 061, al pobrecito casi le da algo. Y por lo visto es que se la habían  cortado. Pero no en plan bestia, por lo visto me ha dicho el Gonzalo que había sido un pequeño corte en la raya esa que nos une a los tíos el culo con los huevos, y que claro eso era como si ya no tuviera picha. Una castración pero a lo fino, aunque sangrara mucho. Que estaba tó drogao, y que no recordaba ná cuando el colega logró despertarle. Que está en el hospital con la familia. Joé con lo que siempre ha follao el Tello, que nunca la faltao ninguna. Aunque se le junten muchas por come bolsas, pero la verdad que el chaval triúnfa.
Me quedé muerto con lo que me contó el Gonzalo.

Pues ná, que Mara me dio la bolsa pestosa esa para que la tirara, yo no rechisté y la tiré en el cubo de la basura grande del cuartillo, y ella se fue sin desayunar ni ná. Mejor será que saque la basura, qué le vamos a hacer, como pa decirle que no a ella. Pues vale, saco la basura y cierro, ¿no Churilla? Ea, pues vámonos pa la Alameda a tomarnos algo.

Fuente: http://www.lagranfarsa.es

Carta para un crítico, Noemí Vallecillos

Precisamente fue en el Hércules donde leí su artículo. La revista cultural y gratuita Bombilla estaba en el revistero junto a la máquina de tabaco  como una bomba sin desactivar. Pasé las páginas distraída mientras esperaba mi desayuno y tarareaba Les Feullies Mortes de la Greco, hasta que reparé en su columna sobre mi novela.
No he tenido el dudoso placer de conocerle en persona, Don Justo. El editor no adjuntó una fotografía a su artículo de la revista. Si hubiera tenido la oportunidad de mirar su rostro, quizá, la decisión que he tomado, y que a continuación le detallaré, no se hubiera producido. Quizá en sus facciones, o en la desproporción entre ellas, hubiera encontrado algo grotesco que me hiciera infravalorarle. Quizá tuviera usted bolsas oscuras bajo los ojos, de esas que se forman de tanto asumir responsabilidades. O puede, que tuviera los labios finos y apretados de esos hombres impermeables, que si les hablas muy de cerca, o con gran sinceridad, se tensan y huyen acobardados de su permeabilidad. Esta otra posibilidad, me hubiera enternecido. ¿Y si por el contrario, el supuesto retrato hubiera mostrado uno de esos hombres de ojos separados, dispersos, y mirada viciosa? Sí, de esos que dan oportunidades laborales o económicas a las nenas si se dejan agarrar por el pelo para arrodillarlas y hacerles engullir su pequeño apéndice de viejo verde. No me hubiera asqueado, más bien, hubiera sido una explicación creíble a la dura crítica que escribió usted para mi novela. Pienso que un hombre que ejerce su dominación follando, puede también hacerlo humillando a secas. Sobre todo si no se le somete ninguna mujer de forma voluntaria. Ojalá fuera así, ojalá no llevara razón. Una putada que me haya convencido. Pero mejor me dejo de especulaciones, demasiada literatura para alguien como usted. La cuestión es que mi enemigo, mejor dicho, mi verdugo, no tiene rostro. Se parece al miedo abstracto de la ansiedad. ¿Le parece, Don Justo, todo esto demasiado histriónico y dramático? Normal, es su trabajo.
Tampoco tiene usted  la culpa de todo, aunque sí es cierto que me da un familiar placer  eso de conseguir que se sienta culpable.
Le contaré lo que pasó antes de que yo leyera su artículo. Pero por favor, recuéstese en el sillón setentero de su anticuado despacho y, con perdón, permítame que me lo imagine así. En mi situación sería despiadado negarme el capricho. Relájese y lea sin intención crítica. Si no es mucho pedir, Don Justo.
Me enamoré por primera vez con treinta y tres años, posiblemente usted no sepa todavía qué es eso. Fue un amor violento, como una tromba de agua que deja los coches rotos  y apilados al final de una cuesta, y a las vecinas y tenderos  achicando agua durante días y peleando con sus aseguradoras. Una tromba que descuartizó las calles de un pueblo del sur, poco preparado para estos fenómenos de la naturaleza. Un amor húmedo, que arrastró todo lo que no estaba bien anclado, que se llevó consigo capas y capas de pisadas dejando el cemento tan desnudo, que el suelo daba vértigo. Aquí empezó todo y acabó (casi) todo.
Cuando ese amor terminó, experimenté algo así como “la pérdida del presente”. Mi cabeza y mis sentidos nunca más fueron capaces de estar donde físicamente se encontraban. Se hallaban ocupados versionando una y otra vez la misma historia, removiendo el mismo potaje aunque ya oliera a quemado. Mi atención no vivía el ahora. Tenga usted en cuenta, Don Justo, que la carencia de presente es la ausencia de pasión. O la pasión por la muerte.
Mi falta de atención, mi tristeza y mi abandono de por aquel entonces me trajo otras desastrosas consecuencias. Perdí mi trabajo de vendedora de Gas Natural a puerta fría. Los pocos días que iba a trabajar y llamaba a la puerta de un posible cliente, mi cara desencajada a través de la mirilla debía asustarles, y no me abrían. Las puertas se habían transformado en muros. Y después de haber subido a ese puto quinto sin ascensor bajaba derrotada para volverme a casa. Tufo de buzones llenos de publicidad. Volvía con una pequeña ilusión de que el sofá, los porros y la catatonia de la telebasura me distrajeran o me acabaran adormilando. Pero luego llegaba a mi casa, y ese escozor de no estar bien en ningún lugar del mundo y en ningún momento del tiempo infinito, me hacía recurrir a los somníferos.
El sueño tampoco era un descanso. Mi cerebro dormido era como los supermercados cuando se van los clientes y se quedan los empleados limpiando y reordenando las estanterías. Mis sueños eran reestructuraciones de la memoria, estanterías que se vaciaban y se llenaban constantemente de él. Aparecía de pronto, peleábamos, ganaba él, ganaba yo, perdíamos, follábamos, nos reconciliábamos, las explicaciones eran válidas sin lógica. Pero cuando llegaba el momento en que él me daba la mano, o yo apoyaba mi cabeza en su hombro, y el tacto invalidaba  todas las posibles palabras, entonces, yo despertaba. Y amanecía la pesadilla otra vez.
Cuando abría los ojos toda mi casa me acorralaba. La humedad se comía las paredes y la ropa sucia y limpia andaba por el suelo. Sobre la mesa del salón había clínex sucios de meses, bolsas del chino, el portátil mordisqueado de impaciencia, restos de comida prefabricada, ceniceros llenos de colillas, papeles de fumar,  pequeñas piedras de hachís dispersas, vasos pegajosos, tallitos de marihuana, tabletas de orfidal vacías, libros y libretas, cáscaras de pipas,  botellas de aquarios rellenas de agua ya caliente… Sobre la mesa estaba yo, esperando que todo se fuera de una puta vez al carajo.
Sin embargo, un día, garabateando en una de mis libretas, escribí una cosa casi sin darme cuenta. Lo escribí con un pilot azul en letras mayúsculas: ESCRIBE, ENTIERRA, VIVE. Tres palabras, un compás de tres por cuatro, y de repente, el ritmo volvió a florecerme entre las teclas. ¿Recuerda usted la tragedia de Chernóbil, Don Justo? Los valientes operarios de aquél holocausto fabricaron una especie de bunker bajo tierra para los residuos radiactivos. Los sepultaron bajo cemento y tierra, y allí, se quedaron aletargados. Pocos días después muchos de esos trabajadores murieron carcomidos por el cáncer, aunque este último dato es innecesario para lo que quiero contarle. El caso, es que yo, aprendí a hacer lo mismo que los operarios muertos. Escribí para enterrar. Fabriqué un bunker de palabras para que todos los residuos dañinos se quedaran allí. Volví a ser yo, porque siempre fui así. O lo fui antes de él.
Desde chica, cuando no entendía algo, recogía, una tras otra, las palabras esparcidas  a mis pies, y las conformaba en frases. Si después de esto, seguía sin comprender, volvía a mezclar las palabras  y las ordenaba otra vez dándoles una forma distinta. Tras repetir varias veces el mismo proceso, al final, era capaz de pensar como el resto de los mortales. Por eso escribir, nunca me pareció duro o pesado. Igual que los otros niños coleccionaban estampas de la Pandilla Basura o calcomanías de los Phosquitos, yo, escribía una frase tras otra como quien respira. Y pensaba.
Quizá pueda usted creer que seguir todo este proceso cada vez que se piensa, además de una pérdida de tiempo, es muy lento para llegar a una conclusión. Pues tiene razón, la gente se preguntaba incluso si yo no sería retrasada. Era incapaz de seguir el ritmo de los demás niños de la clase. Esta especie de conciencia de inadaptación que me provocaba este desfase, casi se difuminó al terminar la EGB. Había aprendido, entre comillas, a adaptarme a lo que me rodeaba. Pero aquel desfase permaneció en mi interior para siempre. Como una pantera sin voz entre la maleza. Y aquí viene mi tesis provisional, Don Justo. A menudo, tomo conciencia de mi identidad en forma de palabras. ¿Sí? ¡Pues sí!
Pero cuando lo conocí a él, tuve que dejar de escribir. Para seguirle tuve que aligerar al máximo mi equipaje. Incluso el acto básico de pensar, se convirtió en una carga demasiado pesada.
Creo que me he distraído un poco del tema, Don Justo, no se lo vaya a anotar en su libretita, por favor. ¿Por dónde íbamos? ¡Ah, sí! Le estaba relatando que empecé a enterrar escribiendo para poder vivir.
Al principio no fue tan fácil. Tenía la cabeza atiborrada de todo los residuos radiactivos que tenía que escribir. Imágenes, escenas, gritos, besos, despedidas, llantos, piel, olores… Estaban vivos en mi cabeza, lanzando destellos cegadores. Podía oír cómo gritaban: “¡Escríbeme!” No era capaz de separar lo relevante de lo innecesario. Cada gesto tenía gran importancia, cada frase que nos habíamos dicho podría haber sido una clave del puzzle. Además, cuando me sentaba ante la pantalla de mi ordenador e intentaba traducir todo aquello en palabras, me daba cuenta de que se perdía algo vital. La historia no cristalizaba, quedaba reducida a pedruscos. Y yo, no llegaba a ninguna parte.
Pero poco a poco, aquel intermitente golpecito de teclas, con el paso de los días, y una insistencia inusual en mí, (inconstante por naturaleza), dio paso a un  rápido e ininterrumpido galope. El sonido era el de un caballo que no paraba de correr. Libre. Y yo iba montada en él, desnuda, dibujando una sonrisa luminosa con el pasar de cada página escrita.
Y la terminé. Terminé gloriosamente mi primera novela. Mi primer logro, únicamente mío. Trescientas tres páginas. Nueve meses a horcajadas sobre el caballo de mi historia. Mi primera novela. Mi bunker. Yo.
Mi casa se había vuelto limpia y luminosa. Olía a incienso de vainilla. Sonaba a Juliette Greco, Tom waits, Rubinstein. Sabía a piel salada propia. Y luego, vino lo del premio en aquel concurso local de novela corta,  y el brillo sustituyó al mate. Aquella sensación de muerte, de tufo de buzones llenos de publicidad, había desaparecido. Paseaba por la calle Feria, compraba fruta, me paraban los amigos de los que me aislé para una cerveza. Reía. Abrazaba. El chino de la tienda me regalaba caramelos. Notaba cada modulación del aire en mis brazos.

Con el dinero del premio pude ponerme al corriente de mis rentas atrasadas. Ya no temía las llamadas a la puerta por la mañana. Ni miraba a un lado u otro del portal por si venía mi casera. Me levantaba, me duchaba en mi limpio cuarto de baño, encendía la vainilla, me ponía rímel. Sonreía. Salía a la calle con las primeras brisas vírgenes. Caminaba sobre los adoquines de la Alameda hasta llegar al Café Hércules. Pedía zumo de naranja, café y tostadas. Abría el libro de turno y leía. Alguien me interrumpía para saludarme, se sentaba conmigo, pequeñas conversaciones sin retaguardias. Lo que me rodeaba también brillaba. Fue increíble, Don Justo. Todavía sonrío al recordar esa etapa tan feliz que acabó hace menos de tres semanas. Sonrío al recodarlo, a pesar de este sueño eterno que me está entrando.
Su crítica era breve y tajante: “De lágrima demasiado fácil, esta novela digna de salones de peluquería y aptas para dependientas de El Corte Inglés, convierte a Corín Tellado en Joyce, por agravio comparativo. Encantadora señorita Mara Cartier, mejor dedíquese a los post de Facebook”. Bunker destruido, peligro.

Tengo mucho sueño, Don Justo, siento acelerar así el final. Con esta cantidad de lormatazepam y orfidal no pued


Fuente: http://cuadrivio.net


¿Por qué sigue Elvis escondido?, Sete

1. ¿Por qué la verdad no se puede decir siempre?
2. ¿Por qué el miedo da miedo?
3. ¿Por qué sonreír nos hace ser más optimistas?
4. ¿Por qué no podemos hacer siempre lo que deseamos?
5. ¿Por qué no podemos elegir nuestros rasgos?
6. ¿Por qué debo entender a los demás si a mí no me entienden?
7. ¿Por qué las familias crean un derecho de posesión con la excusa de la sangre?
8. ¿Por qué algunos se creen su apellido sin muestra alguna de ser descendiente de su propio padre?
9. ¿Por qué el teléfono móvil forma parte de nuestras vidas?
10. ¿Por qué hay que tomar agua mineral?
11. ¿Por qué la coca cola tiene ese color tan feo?
12. ¿Quién estipuló hacer la cama cada día?
13. ¿Por qué los amantes no se aman, simplemente?
14. ¿Por qué todos tenemos imanes en el frigo de casa?
15. ¿Por qué sigue Elvis escondido?
16. ¿Por qué no pagó Jackson al mejor Psicólogo?
17. ¿Hay que dormir de noche?
18. ¿Hay que combinar bien los colores para no sentirse un hortera?
19. ¿Por qué importa tanto la vestimenta? Sólo es ropa…
20. ¿Por qué comemos en la cocina?
21. ¿Por qué no se iluminan las estancias dependiendo de lo que vamos a hacer?
22. ¿Por qué compramos lo que nos venden?
23. ¿Por qué hay tantas frases hechas?
24. ¿Por qué no se usan las cerillas si el olor que dejan al apagarlas es mucho más agradable que el olor de un mechero?
25. ¿Por qué medimos el tiempo?
26. ¿Por qué hay que preparar la ropa para el día siguiente?
27. ¿Por qué siempre hay obra en tu calle?
28. ¿Por qué interesan tanto las previsiones meteorológicas?
29. ¿Por qué hay tanto ruido y no se hace nada para evitarlo?
30. ¿Por qué hay que hablar alto para decir lo mismo?
31. ¿Por qué la educación de algunas personas tiene que ver tanto con su estado de ánimo?
32. ¿Por qué hay que dar las gracias por todo?
33. ¿Me traerán los Reyes Magos por fin la muñeca que quiero?
34. ¿Sirvió de verdad para algo estudiar tanto?
35. ¿Por qué se juzga la vida personal de los artistas?
36. ¿Tendré alguna vez el coche que yo quiero?
37. ¿Llegaré a amar como algunos me aman?
38. ¿Mis hijos me querrán de verdad siempre?
39. ¿Por qué creo que este Taller me traerá cosas buenas si me da una vergüenza horrible leer y escribir?
40. ¿Cuándo dejaré de pensar que soy rara?
41. La vanidad de las personas, maldito orgullo…
42. ¿Por qué dicen que el Amor todo lo puede?
43. ¿Qué puede el amor?
44. ¿Es tan raro esperar a la muerte sin miedo?
45. ¿Tendré que empezar una nueva dieta en mi vida cada vez que engordo 5 kilos?
46. ¿Por qué da tanta pereza comer fruta?
47. Lo que daría porque no me quisieran tanto…
48. ¿El ser bello en algo te hace la vida más fácil?
49. ¿Por qué me gusta escribir de noche y oyendo música?
50. ¿Por qué nunca escribí todo lo que en mis sueños acontecía?
51. ¿Quiero de verdad encontrar el amor a cada paso? Agota.
52. ¿Debería poner más interés en entender el mundo?
53. ¿Por qué me gusta ir desnuda?
54. ¿Cuando me sacaré el First?
55. ¿Debería haber trabajado menos y estudiado más?
56. ¿Por qué está supervalorado enamorarse? Acaso no duele?
57. Si todos fuésemos hombres… ¿el mundo sería más sencillo?
58. Si todos fuésemos mujeres... ¿de verdad sería mejor el mundo?
59. Si todos fuésemos simplemente personas sin género... ¿el mundo sería otro?
60. ¿Me encanta el aire fresco de la madrugada?
61. ¿Es la poesía una terapia?
62. ¿Por qué vivo tanto una canción o un poema?
63. A veces hay que parar el carro.... y pensar.
64. ¿Por qué hay que pensar tanto antes de tomar una determinación? Si luego no eres estoico no te vale para nada…
65. ¿Por qué hay tanta falta de comunicación entre mis padres y yo? ¡Ya soy adulta y madre!
66. ¿Por qué elegimos vivir y no morir que es en lo único que acertaríamos?
67. ¿Elvis?
68. Me gusta demasiado comer... y el buen vino
69. ¿Me pesan los años? ¿Me pesan los kilos?
70. ¿De veras los hijos son lo que más queremos en el mundo?
71. ¿Por qué siendo tan insignificante en el universo nos sentimos tan importantes?
72. ¡Mira mira!... se parece a mí cuando se rasca la ceja. Vanidad
73. ¿Para que han servido las guerras? ¿Para eliminar personas de este planeta superpoblado?
74. ¿Por qué la comida de las madres está siempre mejor que la que tú hagas con todo tu amor?
75. ¿La música me llena el alma?
76. ¿Es sano tener los sentimientos hacia fuera siempre?
77. No me gustan los animales, lo siento.
78. ¿Por qué me gustan tanto los hombres? Las mujeres son más guapas.
79. ¿Por qué no puedo hablar en público?
80. ¿Dónde se dejaron los Dioses mi autoestima cuando me crearon?
81. ¿Por qué triunfa el olvido?
82. ¿Debería leer más y pensar menos?
83. Crear con el barro ha sido una de las mejores experiencias de mi vida y de las que más me ha llenado, ¿Por qué no lo hice antes?
84. ¿Aprender bien inglés?... asignatura pendiente.
85. Menos mal que no heredé las migrañas.
86. ¿De que raza soy?
87. ¿Por qué tenemos que escribir en este aparato con el placer que me produce hacerlo en un papel?
88. ¿Por qué me quieres?
89. ¿El amor incondicional... no hace daño? No te deja crecer, piénsalo.
90. ¿Por qué le doy tantos besos a mis hijos? Con lo arisca que soy.
91. ¿Por qué mis padres me sacaron de ese colegio de monjas? Era feliz.
92. ¿Por qué debo estar enamorada para sentirme plena y feliz con la vida? No aprendo, ¡con lo que duele!
93. ¿De verdad volvería a nacer?
94. Me encanta esta terapia.
95. El placer de estrenar un cuaderno.
96. ¿No quiero que me juzgue nadie?... que yo no lo hago…
97. ¿Una mirada encierra tantas cosas? Los ojos también mienten. Los hechos no, ¿no?
98. El drama de la vida causa una risa sarcástica, ¿debo empezar por ello a sonreír ya
99. ¿Debería tener más caprichos?, ¿debería tener alguno?
100. ¿Por qué me siento nerviosa al saber que Israel leerá todo esto que he escrito de un tirón?

Fuente: http://seattletwist.com

Bego Guerrero: ganadora del concurso para entrar gratis al Taller de Escritura Creativa de Sevilla


Me complace compartir con los lectores y seguidores del TEC que la ganadora de la vacante que se ofertó para entrar gratis a cualquiera de los cursos, durante la temporada otoño-invierno 2013, es Bego Guerrero, quien consiguió llamar mi atención con su prosa fluida, de estilo sencillo pero no por ello simple, con su carisma natural y su pasión por la literatura.
Deseo que su incursión en el TEC sea enriquecedora y amena. Tengo particular interés por acercarme a su trabajo, formar parte de su crecimiento como escritora y compartir con ella el maravilloso fenómeno de la creación narrativa. 

Ahora, Bego, lo que queda es un intenso periodo de creación y escritura, sobre todo eso, escritura. ¡A darle!
Israel Pintor.

Finalistas del concurso entra gratis al Taller de Escritura Creativa de Sevilla

A través de la página de Facebook del TEC dimos a conocer entre ayer y hoy la noticia de que tres de los seis preseleccionados han salido del concurso por motivos diversos, dos de ellos, Paola Pérez y Marko Muñoz fueron eliminados por ausencia y Gloria Huertas renunció a seguir participando y prefirió matricularse.
Así, pues, quedan solo tres únicos finalistas en el concurso. Compartimos a continuación los perfiles que escribieron para registrarse en el concurso y las autobiografías ficticias que escribieron en apenas unos cuantos minutos y vídeograbamos luego con el objetivo de obtener comentarios de nuestros seguidores
¿Qué dicen? ¿Quién debería ganar el concurso?
Mira y escucha a los concursantes. Pedimos opiniones, no votos:

Antonio de Zayas Fernández

—¿Un perfil de alumno? —susurró Antonio en su cuarto al llegar a ese punto en concreto del Cuestionario—. A ver qué se me ocurre...
Su imaginación empezó a rodar como siempre. Podría reflejar sus inquietudes creativas. O quizás colocar los títulos de relatos que habían ganado algún premio alguna vez en el pasado. Pero esa es una navaja de doble filo ya que, a lo peor, el señor Israel Pintor sí que recordaba alguno y no le gustaran. Total, al propio Antonio de Zayas no le gustaban sus relatos, ¿Por qué le iban a gustar a Israel Pintor?
Se reclinó en su silla con las manos en la cabeza tras quitarse las gafas y dejarlas sobre el teclado. ¿Qué podría hacer para sorprender? Hablar de sus guiones para cine y televisión, quizás. O comentar cómo le gusta dibujar sus cómics y novelas gráficas.
Pero en el fondo sabía que aquello se salía de lo que se espera en un perfil del alumno.
También se le pasó por la cabeza hablar de su blog donde va publicando semanalmente un capítulo de lo que espera que sea su primera novela publicada. Pero solo hay un prólogo y un primer capítulo por ahora.
En fin, está claro que, a pesar de tocar distintas ramas del arte dando rienda suelta a toda su creatividad, en realidad estaba paralizado. Sabía que debía centrarse en una cosa en concreto y desde pequeño esa cosa era la escritura. Pero ahora, estando en paro, sin encontrar un módulo de grado superior dedicado a la escritura en la ciudad en la que él vive, Sevilla. Sin dinero para cumplir sus expectativas y ambiciones. Se siente deprimido y contra las cuerdas.
No puede pagarse ningún curso y tras buscar por todos los rincones de internet ha dado con esta locura que parece ser la última bala que le queda.
Le encantaría ser algún personaje de los que tan bien dibuja Alberto Sanchez-Figueroa en sus novelas. Personajes fuertes y carismáticos que entrarían en el taller exigiendo el puesto gratuito y convenciendo a todos los presentes eligiendo las palabras exactas. Pero no. Antonio es más bien un personaje que tira de la comedia y chistes para intentar integrarse en todos lados y caer bien al mayor número de personas posibles.
Su abuelo, que era poeta y había trabajado con Lorca en teatro, le metió en ese mundo de la palabra escrita y del olor a papel y tinta. Él fue el que le dijo que un drama podría hacerlo un mono con un papel y un boli, pero la comedia necesitaba más esfuerzo e ingenio. "Hacer llorar es muy fácil, Antoñito. Lo difícil es hacer reír. Y el mundo necesita enseñar más dientes que lágrimas".
Y eso le marcó su carácter. Aunque sus relatos tiran más por la fantasía y la ciencia ficción con aroma a literatura negra, su personalidad es amigable, cariñosa y divertida. O eso intenta.
—Muestra tu creatividad y escribe un perfil de alumno —volvió a repetir acercándose la pantalla a la cara—. Creo que ya lo tengo.



Blanca Izquierdo Fernández

Una vez me preguntaron: ¿Para qué escribes?
Esto fue lo que me salió:
La primera vez que escribí algo fue para leer una opinión que yo misma buscaba y no había encontrado, con el convencimiento de que no era la única que buscaba respuestas reales y no utópicas.
Escribo porque siento la necesidad de expresarme.
Cuando escribo soy lo que quiero ser, no lo que los demás esperan que sea. Me autoafirmo.
Escribo para ordenar mis ideas y controlarlas, no soltar cualquier cosa delante de cualquiera.
Los que me leen es porque quieren hacerlo. Lo escrito sirve como filtro para que no todo el mundo tenga acceso a mí.
Escribo para vaciarme de malos rollos y empezar de nuevo. En definitiva, para reinventarme.
Escribo para ampliar mi vocabulario y así ser mejor lectora y saber valorar, en su justa medida, a otros escritores.
Escribo porque si no lo hago sufro.
Escribo para quejarme menos.
Escribo para encauzar toda mi energía y convertirla en algo positivo.
Escribo para dar ejemplo a mis hijos. Quiero que sean creativos y también que entiendan que su madre tiene un espacio personal inundado de palabras, donde todo es posible.
Escribo con la esperanza de saber comunicarme verbalmente algún día, de decir lo que quiero decir y no dejarme arrastrar como una ola más en el mar.
Escribo para que no me interrumpan.
Escribo para no ser una amargada que no distingue un día de otro.
Escribo porque no hay nada que más me guste que me cuenten historias y contarlas yo.
Escribo con la esperanza de hacer un cuento y que mi hija lo ilustre.
Escribo para decir cosas hermosas sin que me dé vergüenza.
Escribo para sacudir todo el embrutecimiento que tengo adherido en mi cabeza después de tantos años viviendo como un vegetal, que se limita a cumplir un único rol, el de madre, y a ver telebasura para no pensar.
Escribo para ser una persona activa, que opina, que inventa, que se relaciona con otra gente que tiene los mismos intereses.
Escribo para ser, no para llegar. No me planteo hacer nada concreto, aunque sí me gustaría hacer cuentos infantiles, relatos y un guión para un cortometraje.
Escribo para aprender a vivir y vivo para escribir.
Siempre hay que luchar por lo que se desea y éste es mi principal deseo, escribir.
Para terminar, quisiera dar las gracias por la creación de una beca de este tipo para gente que como yo, por una vez en la vida, quieren vivir por encima de sus posibilidades.


 

Bego Guerrero

Recuerdo el día en el que le comuniqué a mi familia que quería ser escritora. Todos se sorprendieron enormemente, sobre todo porque era cuanto menos insólito que dijera: "madre, hermanas y demás familia: he decidido que estudiaré Filología Hispánica cuando vaya a la Universidad" una niña de cuatro años y tres meses. Pero yo no tenía dudas. Lo decidí firmemente la noche que terminé de leer Fuenteovejuna y me quedé toda la noche escribiendo un final alternativo.
Y así fue. Desoyendo los ruegos de mi madre de que estudiara una carrera de ciencias que me diera la oportunidad de comer caliente todos los días (y pagarlo de mi bolsillo), me matriculé en la carrera de mis sueños. Salí de allí filóloga, un poco hippie y convencida de que lo que más feliz me haría en la vida sería ver un libro con mi nombre en la biblioteca de la facultad.
Ahora he madurado, he entendido que las pretensiones que llenaban mi cabeza en mi tierna primera juventud, no eran acordes a mi talento. Ahora sé que lo que más feliz me haría en la vida sería ver un libro con mi nombre en la Biblioteca Nacional. E ir a verlo de la mano de mis hijas y mis nietas de bucles dorados.
Mientras llega ese día, hago cura de humildad escribiendo en un blog que leen mis hermanas y dos vecinas y espero, con verdadera necesidad, que me llegue la oportunidad de participar en un taller de escritura creativa que saque a la E. L. James que vive en mí y me deje escribir, pero de verdad.