Google+ Taller de Escritura Creativa de Israel Pintor en España: octubre 2013

Curso intensivo de iniciación - convocatoria


Octubre, 2013

El Taller de Escritura Creativa de Sevilla convoca a inscripciones para el curso intensivo de iniciación que se impartirá durante el mes de diciembre próximo.

Estas son las bases:
  1. Podrán inscribirse todas las personas interesadas, previa consulta de requisitos y siempre que éstos sean cubiertos por los aspirantes. Para conocer toda la información referente al curso intensivo de iniciación ir aquí.
  2. Se ofertan 10 plazas para el curso.
  3. El periodo de inscripción abarca desde la fecha de publicación de esta convocatoria y hasta el miércoles 4 de diciembre. Las inscripciones habrán de realizarse vía internet, rellenando un formulario aquí.
  4. Las clases se impartirán los días 4, 5, 11, 12 y 13 de diciembre, en un horario de 17 a 19 hrs., (el horario puede modificarse siempre que el grupo coincida en ello durante la primera sesión). El aspirante habrá de poseer cierta flexibilidad horaria para facilitar así la concertación del grupo.
  5. Todas las clases se impartirán en Av. Doctor Fedriani 44, 4ºA, Sevilla Capital, C.P. 41009
  6. Se ofertan también los siguientes servicios adicionales: revisión y corrección de textos, lectura de manuscritos, creación de reseñas, haciendo énfasis en el servicio de Coaching literario, un método que consiste en dirigir, instruir y entrenar al escribiente de manera 100% particular con el objetivo de conseguir la materialización de un proyecto creativo concreto. Clases privadas de dos horas de duración semanal, repartidas a lo largo de doce sesiones en las que se trabajará intensamente en el desarrollo del proyecto: desde la generación de la idea que invita a escribir y hasta la búsqueda de la publicación del resultado. Para más información visitar el apartado “Servicios adicionales” del blog.
  7. El coordinador del taller se reserva el derecho de apertura y organización del grupo.
  8. Cualquier alumno inscrito podrá invitar a uno o varios amigos a inscribirse al mismo o cualquier otro curso del TEC, obteniendo para él y para su(s) amigo(s) un descuento del 10% sobre el costo de la matrícula. Promoción no válida para la contratación de servicios adicionales.
  9. El precio de la matrícula del curso intensivo de iniciación es de 75€
  10. El pago de la matrícula será efectuado en un pago único a través de un depósito bancario, en efectivo antes del inicio de las clases, o a más tardar el día mismo de inicio. Para obtener el número de cuenta bancaria, contactar al coordinador.
  11. Cualquier aspecto no resuelto en esta convocatoria se solucionará a través de los comentarios de la página “Convocatoria” del blog. 

La bolsa, Noemí Vallecillos

Porque mira que pasan cosas raras, bueno, en general en tós laos pasan cosas, pero hay que ser comprensibles, en un bar sí que pasan cosas. Hay que tener mucha psicología. Parece que tó los días pasa lo mismo, pero pasan cosas a veces. Yo tengo un bar en una esquina de la calle Castellar  y allí pasa de tó,  como en tós laos, pero lo de esta mañana sí que ha sido raro. Voy a echarme un cacharrito antes de echar la cancela. Me pica tó el cuerpo, siempre me pica pero como soy muy nervioso…y con esto de hoy, ya pa qué.
Fíjate Churrilla, que es que así me llaman a mí por culpa de mi hermano, nada más viniendo de mi casa, justo en la pequeña curva que hace la calle desde donde se ve el cartel del Tuerto, que es mi bar, nada más verla en la puerta, a esa hora que ella nunca está, que era antes de las siete de la mañana y no tenían puesta en las calles ni las farolas ni ná, me olí yo algo raro. Le digo qué pasa, Mara, y ella tó seria, hola, Churrilla. Pero no Churrilla con el tono ese de… calienta pollas que pone ella, sino con tono tó serio digo, como cuando ella me dice que me ve “taciturno”. La tía, más rara que un piojo verde. Cuando le pregunté la primera vez qué carajo era eso de “taciturno”, me dijo extendiendo su brazo que un tío que tuviera un pollón así. El  que estaba al lao, se echó a reír, el Caragato, que está tó el día cuchicheando con Mara y fumando porritos, el chavalito, pobre, que está pasando una mala racha… Pero vamos, que “taciturno” significa serio.  Joé qué me pica el brazo. Me voy a echar otro cacharrito de esto, hombre, que me está sentando bien.
Total, que la tía, que llevaba el chaquetón ese negro que no se sabe si va con el pijama debajo, porque ella si encarta, se viene en zapatillas desde su casa, que vive al lao. Un poco más abajo que yo, donde vivía el Tello antes que ahora, vive ella. Pues allí. Y viene y ya se acaba la paz. Sobre tó cuando viene tó los días a desayunar, que está sin un duro, y en su casa no tendrá ná. Pues mira, ya me lo pagará, yo se lo digo que no se preocupe joé que ya si eso cuando pueda, pero cuando esté bien que lleva una rachita la pobrecita mía que pa qué. Pues eso, que ella llega aquí sobre las once como muy pronto. Llega liándola, cómo se pone ella. La tía entra y dice, hoy me la voy a comer entera. Y claro, tó los borrachos con el carajillo atragantao. Y yo le pongo su buena tostá con su jamón, que le echo un montón más que a los demás, su tomatito y su aceite. Viene con su portátil y se pone con sus cosas esas del Facebook. Yo no tengo de eso. Bueno, pues después de llevarse dos horas desayunando, se levanta y se va diciendo adiós, ya no vengo más pandilla de borrachos. Saca la perra y vuelve al ná, y se pide una Coca cola. Y es que yo creo que la Mara no quiere estar mucho tiempo en su casa. Como yo con mi padre y el señor que lo cuida, que es de no sé qué iglesia y un coñazo porque está to el día preguntándote cómo estás, tó pesao. Pa eso me quedo aquí con mi cacharrito.  Va a caer otro, Churrita, venga. 
Pues hoy la Mara estaba allí sobre las siete de la mañana con unas ojeras, que vamos, que hay que ver lo que se ha demacrado la niña esta este año. Tello y ella, los dos. Se les veía venir, que iban a acabar mal. Pero lo de Tello ya es que es pasarse, pobrecito.  Total, que la Mara allí, descorro la cancela, entro. Ella estaba callá mirando para abajo,  llevaba una bolsa, me la da. Olía a tó sus muertos la bolsa. No quise mirarla pero cantaba un huevo. Tenía unos bollos de pan duro, algunos paquetes de Nobel vacíos y un montón de papel manchao de sangre. Anda, tíramela, me dice la tía.
Mal año lleva la Mara, desde que el Tello y ella ya no están, que no veas los dos. Se las tienen jurá el uno al otro. Aquí nadie se mete porque terminamos escardaos. Porque el Tello, un día se le va la cabeza y la lía, y la otra es carajote. Porque hay que ver con las hechuras que me ha venío un montón de veces al bar. La vez esa con la cara echá abajo, compungía venía. Y luego al rato venía el otro buscándola. Que el Tello es tó bueno, pero bebe mu mal, mu mal beber, y to el día rayita pacá, rayita pallá…Anda que no la han liao estos dos ni ná este año. Y luego las llanteras de la otra en el bar cada vez que pasaba algo chungo, yo descompuestito, pa ná en verdad, porque luego se les veía riéndose juntos, él con una mano escayolá o algo, de la bronca, y ella con los ojos hinchados y algún moratón. Pero ellos pasando de tó. Aunque ya ni se hablan.
Yo era amigo antes de él que de ella, pero a la Mara le tengo yo mucha cosita, yo y los del bar. Hay que estar con ella. Qué hace esa niña en su casa si no. Que también lleva una rachita, que si primero lo del Tello, que se ha quedao cogía desde entonces, que si el curro al carajo, que si la casera la va a echar. Tó los días un drama.
En el bar, algunos días le da el ramalazo y no veas, nos pone a parir a tós por la puta cara, sin venir a cuento. Pero en el bar dicen que la muchacha es que está un poco inestable. Y le dan tabaco, le dicen que coma, porque es que no come ná. Mira, yo a cada uno lo ponía en una punta. Esos dos no se pueden ni cruzar, fíjate el plan en el bar, cuando han coincidido.
Con lo que es la Mara, que nos tiene a tós firmes, y cuando estamos tó a gusto en el bar viendo el fútbol la tía va y nos lo cambia y nos esconde el mando. Aquí le tenemos mucho cariño. En verdad es tó buena, pero es lo que dice esta gente, que está mu inestable. Se tendría que ir a casa de su madre o algo, porque desde luego, está fatal. Dime tú qué hace aquí en Sevilla, sin un duro, sin familia, con tó el marrón del Tello, que si la gente dice que ella lo denunció, que si el otro más enganchao que nunca. Un plan. Aquí al Tello se le quiere mucho en el barrio, tó el mundo dice que es tó enrollao, pero cuando se le va se le va, y a la otra también. Además, tanto llorar, nosotros compungíos, tó preocupaos y la tía que volvía con él una y otra vez. Con éstos mejor no meterse que acaba uno más desbaratao que el follaero de un gato. Pero a ella se le cruzan los cables a veces y nos echa en cara por qué nadie le plantó cara al Tello, que si a una mujer cómo se le va a pegar, y nosotros le decíamos que si volvía con él que qué quería que hiciéramos, y ella que no, que qué pasaría si le pasara eso a una hija nuestra o una hermana. Yo tengo hermana, hija no. Vamos, un marrón lo de estos dos.
Resulta que al rato de irse esta mañana ella, llega el Gonzalo el del carro, que es de aquí del barrio de tó la vida. El tío tó el día en su carrito, que si el Mercaíllo del Jueves, que si el de la Cartuja,…, y así se busca la vida él. Vamos, yo de él he sacao la frase esa de ése tiene menos luces que el carro del Gonzalo. Que parece un rumano el cabrón. Pues ná, llega y me cuenta que hoy a las seis de la mañana o así, cuando él salía a buscar los chismes suyos y sus cosas, vio a un colega del Tello, al calvo que va siempre con él, con la cara desencajá.
Otro cacharrito, ya el último y cierro esto. Mañana por la mañana barro y lo hago tó. Bueno, que na, que se encontró al calvo y le dijo que había entrao en casa de Tello, que está más pallá de San Julián, y que se había encontrado al Tello en el suelo inconsciente, desnudo de cintura para abajo, y sobre un enorme charco de sangre. El calvo llamó corriendo al 061, al pobrecito casi le da algo. Y por lo visto es que se la habían  cortado. Pero no en plan bestia, por lo visto me ha dicho el Gonzalo que había sido un pequeño corte en la raya esa que nos une a los tíos el culo con los huevos, y que claro eso era como si ya no tuviera picha. Una castración pero a lo fino, aunque sangrara mucho. Que estaba tó drogao, y que no recordaba ná cuando el colega logró despertarle. Que está en el hospital con la familia. Joé con lo que siempre ha follao el Tello, que nunca la faltao ninguna. Aunque se le junten muchas por come bolsas, pero la verdad que el chaval triúnfa.
Me quedé muerto con lo que me contó el Gonzalo.

Pues ná, que Mara me dio la bolsa pestosa esa para que la tirara, yo no rechisté y la tiré en el cubo de la basura grande del cuartillo, y ella se fue sin desayunar ni ná. Mejor será que saque la basura, qué le vamos a hacer, como pa decirle que no a ella. Pues vale, saco la basura y cierro, ¿no Churilla? Ea, pues vámonos pa la Alameda a tomarnos algo.

Fuente: http://www.lagranfarsa.es

Carta para un crítico, Noemí Vallecillos

Precisamente fue en el Hércules donde leí su artículo. La revista cultural y gratuita Bombilla estaba en el revistero junto a la máquina de tabaco  como una bomba sin desactivar. Pasé las páginas distraída mientras esperaba mi desayuno y tarareaba Les Feullies Mortes de la Greco, hasta que reparé en su columna sobre mi novela.
No he tenido el dudoso placer de conocerle en persona, Don Justo. El editor no adjuntó una fotografía a su artículo de la revista. Si hubiera tenido la oportunidad de mirar su rostro, quizá, la decisión que he tomado, y que a continuación le detallaré, no se hubiera producido. Quizá en sus facciones, o en la desproporción entre ellas, hubiera encontrado algo grotesco que me hiciera infravalorarle. Quizá tuviera usted bolsas oscuras bajo los ojos, de esas que se forman de tanto asumir responsabilidades. O puede, que tuviera los labios finos y apretados de esos hombres impermeables, que si les hablas muy de cerca, o con gran sinceridad, se tensan y huyen acobardados de su permeabilidad. Esta otra posibilidad, me hubiera enternecido. ¿Y si por el contrario, el supuesto retrato hubiera mostrado uno de esos hombres de ojos separados, dispersos, y mirada viciosa? Sí, de esos que dan oportunidades laborales o económicas a las nenas si se dejan agarrar por el pelo para arrodillarlas y hacerles engullir su pequeño apéndice de viejo verde. No me hubiera asqueado, más bien, hubiera sido una explicación creíble a la dura crítica que escribió usted para mi novela. Pienso que un hombre que ejerce su dominación follando, puede también hacerlo humillando a secas. Sobre todo si no se le somete ninguna mujer de forma voluntaria. Ojalá fuera así, ojalá no llevara razón. Una putada que me haya convencido. Pero mejor me dejo de especulaciones, demasiada literatura para alguien como usted. La cuestión es que mi enemigo, mejor dicho, mi verdugo, no tiene rostro. Se parece al miedo abstracto de la ansiedad. ¿Le parece, Don Justo, todo esto demasiado histriónico y dramático? Normal, es su trabajo.
Tampoco tiene usted  la culpa de todo, aunque sí es cierto que me da un familiar placer  eso de conseguir que se sienta culpable.
Le contaré lo que pasó antes de que yo leyera su artículo. Pero por favor, recuéstese en el sillón setentero de su anticuado despacho y, con perdón, permítame que me lo imagine así. En mi situación sería despiadado negarme el capricho. Relájese y lea sin intención crítica. Si no es mucho pedir, Don Justo.
Me enamoré por primera vez con treinta y tres años, posiblemente usted no sepa todavía qué es eso. Fue un amor violento, como una tromba de agua que deja los coches rotos  y apilados al final de una cuesta, y a las vecinas y tenderos  achicando agua durante días y peleando con sus aseguradoras. Una tromba que descuartizó las calles de un pueblo del sur, poco preparado para estos fenómenos de la naturaleza. Un amor húmedo, que arrastró todo lo que no estaba bien anclado, que se llevó consigo capas y capas de pisadas dejando el cemento tan desnudo, que el suelo daba vértigo. Aquí empezó todo y acabó (casi) todo.
Cuando ese amor terminó, experimenté algo así como “la pérdida del presente”. Mi cabeza y mis sentidos nunca más fueron capaces de estar donde físicamente se encontraban. Se hallaban ocupados versionando una y otra vez la misma historia, removiendo el mismo potaje aunque ya oliera a quemado. Mi atención no vivía el ahora. Tenga usted en cuenta, Don Justo, que la carencia de presente es la ausencia de pasión. O la pasión por la muerte.
Mi falta de atención, mi tristeza y mi abandono de por aquel entonces me trajo otras desastrosas consecuencias. Perdí mi trabajo de vendedora de Gas Natural a puerta fría. Los pocos días que iba a trabajar y llamaba a la puerta de un posible cliente, mi cara desencajada a través de la mirilla debía asustarles, y no me abrían. Las puertas se habían transformado en muros. Y después de haber subido a ese puto quinto sin ascensor bajaba derrotada para volverme a casa. Tufo de buzones llenos de publicidad. Volvía con una pequeña ilusión de que el sofá, los porros y la catatonia de la telebasura me distrajeran o me acabaran adormilando. Pero luego llegaba a mi casa, y ese escozor de no estar bien en ningún lugar del mundo y en ningún momento del tiempo infinito, me hacía recurrir a los somníferos.
El sueño tampoco era un descanso. Mi cerebro dormido era como los supermercados cuando se van los clientes y se quedan los empleados limpiando y reordenando las estanterías. Mis sueños eran reestructuraciones de la memoria, estanterías que se vaciaban y se llenaban constantemente de él. Aparecía de pronto, peleábamos, ganaba él, ganaba yo, perdíamos, follábamos, nos reconciliábamos, las explicaciones eran válidas sin lógica. Pero cuando llegaba el momento en que él me daba la mano, o yo apoyaba mi cabeza en su hombro, y el tacto invalidaba  todas las posibles palabras, entonces, yo despertaba. Y amanecía la pesadilla otra vez.
Cuando abría los ojos toda mi casa me acorralaba. La humedad se comía las paredes y la ropa sucia y limpia andaba por el suelo. Sobre la mesa del salón había clínex sucios de meses, bolsas del chino, el portátil mordisqueado de impaciencia, restos de comida prefabricada, ceniceros llenos de colillas, papeles de fumar,  pequeñas piedras de hachís dispersas, vasos pegajosos, tallitos de marihuana, tabletas de orfidal vacías, libros y libretas, cáscaras de pipas,  botellas de aquarios rellenas de agua ya caliente… Sobre la mesa estaba yo, esperando que todo se fuera de una puta vez al carajo.
Sin embargo, un día, garabateando en una de mis libretas, escribí una cosa casi sin darme cuenta. Lo escribí con un pilot azul en letras mayúsculas: ESCRIBE, ENTIERRA, VIVE. Tres palabras, un compás de tres por cuatro, y de repente, el ritmo volvió a florecerme entre las teclas. ¿Recuerda usted la tragedia de Chernóbil, Don Justo? Los valientes operarios de aquél holocausto fabricaron una especie de bunker bajo tierra para los residuos radiactivos. Los sepultaron bajo cemento y tierra, y allí, se quedaron aletargados. Pocos días después muchos de esos trabajadores murieron carcomidos por el cáncer, aunque este último dato es innecesario para lo que quiero contarle. El caso, es que yo, aprendí a hacer lo mismo que los operarios muertos. Escribí para enterrar. Fabriqué un bunker de palabras para que todos los residuos dañinos se quedaran allí. Volví a ser yo, porque siempre fui así. O lo fui antes de él.
Desde chica, cuando no entendía algo, recogía, una tras otra, las palabras esparcidas  a mis pies, y las conformaba en frases. Si después de esto, seguía sin comprender, volvía a mezclar las palabras  y las ordenaba otra vez dándoles una forma distinta. Tras repetir varias veces el mismo proceso, al final, era capaz de pensar como el resto de los mortales. Por eso escribir, nunca me pareció duro o pesado. Igual que los otros niños coleccionaban estampas de la Pandilla Basura o calcomanías de los Phosquitos, yo, escribía una frase tras otra como quien respira. Y pensaba.
Quizá pueda usted creer que seguir todo este proceso cada vez que se piensa, además de una pérdida de tiempo, es muy lento para llegar a una conclusión. Pues tiene razón, la gente se preguntaba incluso si yo no sería retrasada. Era incapaz de seguir el ritmo de los demás niños de la clase. Esta especie de conciencia de inadaptación que me provocaba este desfase, casi se difuminó al terminar la EGB. Había aprendido, entre comillas, a adaptarme a lo que me rodeaba. Pero aquel desfase permaneció en mi interior para siempre. Como una pantera sin voz entre la maleza. Y aquí viene mi tesis provisional, Don Justo. A menudo, tomo conciencia de mi identidad en forma de palabras. ¿Sí? ¡Pues sí!
Pero cuando lo conocí a él, tuve que dejar de escribir. Para seguirle tuve que aligerar al máximo mi equipaje. Incluso el acto básico de pensar, se convirtió en una carga demasiado pesada.
Creo que me he distraído un poco del tema, Don Justo, no se lo vaya a anotar en su libretita, por favor. ¿Por dónde íbamos? ¡Ah, sí! Le estaba relatando que empecé a enterrar escribiendo para poder vivir.
Al principio no fue tan fácil. Tenía la cabeza atiborrada de todo los residuos radiactivos que tenía que escribir. Imágenes, escenas, gritos, besos, despedidas, llantos, piel, olores… Estaban vivos en mi cabeza, lanzando destellos cegadores. Podía oír cómo gritaban: “¡Escríbeme!” No era capaz de separar lo relevante de lo innecesario. Cada gesto tenía gran importancia, cada frase que nos habíamos dicho podría haber sido una clave del puzzle. Además, cuando me sentaba ante la pantalla de mi ordenador e intentaba traducir todo aquello en palabras, me daba cuenta de que se perdía algo vital. La historia no cristalizaba, quedaba reducida a pedruscos. Y yo, no llegaba a ninguna parte.
Pero poco a poco, aquel intermitente golpecito de teclas, con el paso de los días, y una insistencia inusual en mí, (inconstante por naturaleza), dio paso a un  rápido e ininterrumpido galope. El sonido era el de un caballo que no paraba de correr. Libre. Y yo iba montada en él, desnuda, dibujando una sonrisa luminosa con el pasar de cada página escrita.
Y la terminé. Terminé gloriosamente mi primera novela. Mi primer logro, únicamente mío. Trescientas tres páginas. Nueve meses a horcajadas sobre el caballo de mi historia. Mi primera novela. Mi bunker. Yo.
Mi casa se había vuelto limpia y luminosa. Olía a incienso de vainilla. Sonaba a Juliette Greco, Tom waits, Rubinstein. Sabía a piel salada propia. Y luego, vino lo del premio en aquel concurso local de novela corta,  y el brillo sustituyó al mate. Aquella sensación de muerte, de tufo de buzones llenos de publicidad, había desaparecido. Paseaba por la calle Feria, compraba fruta, me paraban los amigos de los que me aislé para una cerveza. Reía. Abrazaba. El chino de la tienda me regalaba caramelos. Notaba cada modulación del aire en mis brazos.

Con el dinero del premio pude ponerme al corriente de mis rentas atrasadas. Ya no temía las llamadas a la puerta por la mañana. Ni miraba a un lado u otro del portal por si venía mi casera. Me levantaba, me duchaba en mi limpio cuarto de baño, encendía la vainilla, me ponía rímel. Sonreía. Salía a la calle con las primeras brisas vírgenes. Caminaba sobre los adoquines de la Alameda hasta llegar al Café Hércules. Pedía zumo de naranja, café y tostadas. Abría el libro de turno y leía. Alguien me interrumpía para saludarme, se sentaba conmigo, pequeñas conversaciones sin retaguardias. Lo que me rodeaba también brillaba. Fue increíble, Don Justo. Todavía sonrío al recordar esa etapa tan feliz que acabó hace menos de tres semanas. Sonrío al recodarlo, a pesar de este sueño eterno que me está entrando.
Su crítica era breve y tajante: “De lágrima demasiado fácil, esta novela digna de salones de peluquería y aptas para dependientas de El Corte Inglés, convierte a Corín Tellado en Joyce, por agravio comparativo. Encantadora señorita Mara Cartier, mejor dedíquese a los post de Facebook”. Bunker destruido, peligro.

Tengo mucho sueño, Don Justo, siento acelerar así el final. Con esta cantidad de lormatazepam y orfidal no pued


Fuente: http://cuadrivio.net


¿Por qué sigue Elvis escondido?, Sete

1. ¿Por qué la verdad no se puede decir siempre?
2. ¿Por qué el miedo da miedo?
3. ¿Por qué sonreír nos hace ser más optimistas?
4. ¿Por qué no podemos hacer siempre lo que deseamos?
5. ¿Por qué no podemos elegir nuestros rasgos?
6. ¿Por qué debo entender a los demás si a mí no me entienden?
7. ¿Por qué las familias crean un derecho de posesión con la excusa de la sangre?
8. ¿Por qué algunos se creen su apellido sin muestra alguna de ser descendiente de su propio padre?
9. ¿Por qué el teléfono móvil forma parte de nuestras vidas?
10. ¿Por qué hay que tomar agua mineral?
11. ¿Por qué la coca cola tiene ese color tan feo?
12. ¿Quién estipuló hacer la cama cada día?
13. ¿Por qué los amantes no se aman, simplemente?
14. ¿Por qué todos tenemos imanes en el frigo de casa?
15. ¿Por qué sigue Elvis escondido?
16. ¿Por qué no pagó Jackson al mejor Psicólogo?
17. ¿Hay que dormir de noche?
18. ¿Hay que combinar bien los colores para no sentirse un hortera?
19. ¿Por qué importa tanto la vestimenta? Sólo es ropa…
20. ¿Por qué comemos en la cocina?
21. ¿Por qué no se iluminan las estancias dependiendo de lo que vamos a hacer?
22. ¿Por qué compramos lo que nos venden?
23. ¿Por qué hay tantas frases hechas?
24. ¿Por qué no se usan las cerillas si el olor que dejan al apagarlas es mucho más agradable que el olor de un mechero?
25. ¿Por qué medimos el tiempo?
26. ¿Por qué hay que preparar la ropa para el día siguiente?
27. ¿Por qué siempre hay obra en tu calle?
28. ¿Por qué interesan tanto las previsiones meteorológicas?
29. ¿Por qué hay tanto ruido y no se hace nada para evitarlo?
30. ¿Por qué hay que hablar alto para decir lo mismo?
31. ¿Por qué la educación de algunas personas tiene que ver tanto con su estado de ánimo?
32. ¿Por qué hay que dar las gracias por todo?
33. ¿Me traerán los Reyes Magos por fin la muñeca que quiero?
34. ¿Sirvió de verdad para algo estudiar tanto?
35. ¿Por qué se juzga la vida personal de los artistas?
36. ¿Tendré alguna vez el coche que yo quiero?
37. ¿Llegaré a amar como algunos me aman?
38. ¿Mis hijos me querrán de verdad siempre?
39. ¿Por qué creo que este Taller me traerá cosas buenas si me da una vergüenza horrible leer y escribir?
40. ¿Cuándo dejaré de pensar que soy rara?
41. La vanidad de las personas, maldito orgullo…
42. ¿Por qué dicen que el Amor todo lo puede?
43. ¿Qué puede el amor?
44. ¿Es tan raro esperar a la muerte sin miedo?
45. ¿Tendré que empezar una nueva dieta en mi vida cada vez que engordo 5 kilos?
46. ¿Por qué da tanta pereza comer fruta?
47. Lo que daría porque no me quisieran tanto…
48. ¿El ser bello en algo te hace la vida más fácil?
49. ¿Por qué me gusta escribir de noche y oyendo música?
50. ¿Por qué nunca escribí todo lo que en mis sueños acontecía?
51. ¿Quiero de verdad encontrar el amor a cada paso? Agota.
52. ¿Debería poner más interés en entender el mundo?
53. ¿Por qué me gusta ir desnuda?
54. ¿Cuando me sacaré el First?
55. ¿Debería haber trabajado menos y estudiado más?
56. ¿Por qué está supervalorado enamorarse? Acaso no duele?
57. Si todos fuésemos hombres… ¿el mundo sería más sencillo?
58. Si todos fuésemos mujeres... ¿de verdad sería mejor el mundo?
59. Si todos fuésemos simplemente personas sin género... ¿el mundo sería otro?
60. ¿Me encanta el aire fresco de la madrugada?
61. ¿Es la poesía una terapia?
62. ¿Por qué vivo tanto una canción o un poema?
63. A veces hay que parar el carro.... y pensar.
64. ¿Por qué hay que pensar tanto antes de tomar una determinación? Si luego no eres estoico no te vale para nada…
65. ¿Por qué hay tanta falta de comunicación entre mis padres y yo? ¡Ya soy adulta y madre!
66. ¿Por qué elegimos vivir y no morir que es en lo único que acertaríamos?
67. ¿Elvis?
68. Me gusta demasiado comer... y el buen vino
69. ¿Me pesan los años? ¿Me pesan los kilos?
70. ¿De veras los hijos son lo que más queremos en el mundo?
71. ¿Por qué siendo tan insignificante en el universo nos sentimos tan importantes?
72. ¡Mira mira!... se parece a mí cuando se rasca la ceja. Vanidad
73. ¿Para que han servido las guerras? ¿Para eliminar personas de este planeta superpoblado?
74. ¿Por qué la comida de las madres está siempre mejor que la que tú hagas con todo tu amor?
75. ¿La música me llena el alma?
76. ¿Es sano tener los sentimientos hacia fuera siempre?
77. No me gustan los animales, lo siento.
78. ¿Por qué me gustan tanto los hombres? Las mujeres son más guapas.
79. ¿Por qué no puedo hablar en público?
80. ¿Dónde se dejaron los Dioses mi autoestima cuando me crearon?
81. ¿Por qué triunfa el olvido?
82. ¿Debería leer más y pensar menos?
83. Crear con el barro ha sido una de las mejores experiencias de mi vida y de las que más me ha llenado, ¿Por qué no lo hice antes?
84. ¿Aprender bien inglés?... asignatura pendiente.
85. Menos mal que no heredé las migrañas.
86. ¿De que raza soy?
87. ¿Por qué tenemos que escribir en este aparato con el placer que me produce hacerlo en un papel?
88. ¿Por qué me quieres?
89. ¿El amor incondicional... no hace daño? No te deja crecer, piénsalo.
90. ¿Por qué le doy tantos besos a mis hijos? Con lo arisca que soy.
91. ¿Por qué mis padres me sacaron de ese colegio de monjas? Era feliz.
92. ¿Por qué debo estar enamorada para sentirme plena y feliz con la vida? No aprendo, ¡con lo que duele!
93. ¿De verdad volvería a nacer?
94. Me encanta esta terapia.
95. El placer de estrenar un cuaderno.
96. ¿No quiero que me juzgue nadie?... que yo no lo hago…
97. ¿Una mirada encierra tantas cosas? Los ojos también mienten. Los hechos no, ¿no?
98. El drama de la vida causa una risa sarcástica, ¿debo empezar por ello a sonreír ya
99. ¿Debería tener más caprichos?, ¿debería tener alguno?
100. ¿Por qué me siento nerviosa al saber que Israel leerá todo esto que he escrito de un tirón?

Fuente: http://seattletwist.com

Bego Guerrero: ganadora del concurso para entrar gratis al Taller de Escritura Creativa de Sevilla


Me complace compartir con los lectores y seguidores del TEC que la ganadora de la vacante que se ofertó para entrar gratis a cualquiera de los cursos, durante la temporada otoño-invierno 2013, es Bego Guerrero, quien consiguió llamar mi atención con su prosa fluida, de estilo sencillo pero no por ello simple, con su carisma natural y su pasión por la literatura.
Deseo que su incursión en el TEC sea enriquecedora y amena. Tengo particular interés por acercarme a su trabajo, formar parte de su crecimiento como escritora y compartir con ella el maravilloso fenómeno de la creación narrativa. 

Ahora, Bego, lo que queda es un intenso periodo de creación y escritura, sobre todo eso, escritura. ¡A darle!
Israel Pintor.