Google+ Taller de Escritura Creativa de Israel Pintor en España: Escribir... una caricia sin tacto, Mara de Jota

Escribir... una caricia sin tacto, Mara de Jota


—¿Cómo es un escritor?
—¿Y esa qué tipo de pregunta es?
—¿Como que qué tipo de pregunta? una como otra cualquiera ¿no?
—No sé, nunca me lo he preguntado, me resulta complicado, es como preguntar a qué huelen las palmiras.
—¿Las palmiras?, huelen a felicidad, es fácil. Seguro sabes, Venga, haz un intento…
Yo no sé decir exactamente cómo es un escritor. Yo sólo se como soy yo, y a veces hasta dudo. Sé que un escritor es alguien, inevitablemente especial, sumergido en la soledad para dar riendas sueltas a lo que más ama, una especie de sacrificio para cualquiera que no lo entienda, un placer íntimo para quien lo entiende todo.
¿Me explico? Para mí, el acto de escribir significa el momento mágico de armonía y conexión entre una voz interior y una escena externa. El escritor no es otra cosa que el lazo de unión, el intermediario entre ese eco y esa necesidad, el privilegiado dando fe de un delicioso encuentro.
Cuando desnudas un cuerpo al que amas, ¿dime qué sientes tú? No es cierto que sientes como te inunda una imperiosa necesidad de hacerlo lento o deprisa, de hacerlo con ternura o con sofoco, con ansias o con calma… una ambigüedad uniendo dos extremos opuestos, un punto conciliador a mitad de camino alzando bandera blanca; “ni pa ti ni pa mí”, justo en el centro, pero al fin y al cabo, el resultado es placer en su más absoluta esencia.
Escribir es desnudar el alma en cada encuentro, dejarse ver la cara sin maquillaje, echar el vuelo, contemplar el mundo desde arriba y contarlo sin guardar el secreto.
El escritor se ubica, se construye un rincón a su gusto, se entrega a él sin mesura, y cuenta verdades o mentiras. Se desgarra por dentro y llega  al fondo de cualquier otro, roza la sensibilidad de quien no conoce, despierta la crítica o la burla del vecino, abre los ojos de algún que otro ciego empeñado en no ver, abre puertas, echa cerrojos, descorre cortinas… sin conocimiento alguno. Se lanza al vacío para ser recogido o ni siquiera ser considerado, un riesgo constante presente en cada desnudo.
A veces pienso… un escritor posee en su lista más temores que esperanzas. Pierde más tiempo sumando el número de posibles resultados negativos en lugar de  restar importancia a lo que se opine de lo que escriba… Una verdadera pena a mis ojos, pero para mí una realidad que siento y sé que otros sienten.
El poseedor de un talento tan preciado como es el de poder mostrar aquello que decimos, pensamos o creemos de una manera que llega más allá que una simple palabra o una suma de palabras que forman una frase, no debería llevar en su mochila miedo alguno que le tapase la boca.
El escritor es el notario de lo que cala, de lo que llega adentro. Escribir es componer el vals de los pensamientos, mostrar el cuadro de lo nunca visto, descomponer realidades para volverlas a construir libremente y de formas  deliciosamente diferentes.
¿Qué dónde debo estar?, donde quiera estar. Se llega a donde se elija llegar, se tiene lo que se escoja tener, en cuanto se me olvide el equipaje cargado de miedos en alguna esquina y de forma intencionada, escribiré todo aquello que se me antoje y triunfaré o fracasaré como le ocurre a la lluvia, que nunca cae a gusto de todos.
Quien escribe es el pintor del cuadro que desee, el arquitecto de una ciudad entera, crea todo aquello que construye interiormente y lo hace realidad. Tener arcilla entre las manos y… valga la redundancia, manos a la obra.

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