Google+ Taller de Escritura Creativa de Israel Pintor en España: Cómo hacer que una historia funcione

Cómo hacer que una historia funcione


Alguna vez te has cansado de escribir y, al revisar el resultado has dicho: “algo falla”. Te rascas un poco la cabeza y respiras profundo. Intuyes que, a pesar de usar un estilo ágil o de esforzarte por construir frases divertidas y sintácticamente correctas, la historia simplemente no funciona. O podría haberte pasado que, empiezas a escribir con mucho entusiasmo, pero al cabo de una hora o dos, terminas más bloqueado que la fosa nasal de un niño resfriado. Si es así, el post de hoy puede que te ayude a resolver ese problema. Cuando eso pasa, es que al relato que construyes le falta corazón. Sólo cuando un relato tiene corazón se le puede llamar historia. De modo en en esta entrada te explicaré cómo asegurarte de darle a tus relatos corazón, es decir, de cómo hacer que tus historias funcionen porque tienen corazón y ese corazón late.

Este es un problema frecuente entre mis alumnos del Curso de Iniciación del Taller de Escritura Creativa. “Me obligué a escribir toda la mañana y sentía que estaba escribiendo por escribir, sin rumbo, hasta que no pude seguir más, llegué a una especie de callejón sin salida”, me explicó uno de ellos, frustrado. Yo había pedido al grupo que soltaran la muñeca, es decir, que practicaran la escritura automática de manera que se acostumbraran a producir en abundancia, pues la mayoría de las veces, los alumnos principiantes no están habituados a confrontar sus ejercicios a un proceso de revisión y corrección, en el que casi siempre se quita más texto del que se pone. Aún no nos habíamos detenido a reconocer cuáles eran los aspectos que construyen una historia, por eso no me alarmé, pero reconocí que era el momento justo para introducir el tema. Y esto fue lo que discutimos, más o menos:


¿Qué hace a Breaking Bad una de las mejores series en la historia de la televisión? Puede que la respuesta a esa pregunta sea mucho más profunda, pero yo pienso que gran parte de ese mérito lo tiene porque su guión es magistral. O sea, que la historia que cuenta es perfecta y, se le mire por donde se le mire, no hay forma de ponerle pegas. Nótese que no he tocado ningún otro aspecto constitutivo de la serie, pero eso no significa que también sea buena porque las interpretaciones son geniales o porque el lenguaje audiovisual y su estética son estupendos. 

Voy a usar de Breaking Bad sólo algunos aspectos, aunque de esa serie se puede analizar mucho. Si eres fan, te recomiendo la lectura de Breaking Bad 530 gramos (de papel) para serieadictos no rehabilitados, editado en 2013 por errata naturae. Pero si no conoces la serie, no te preocupes, igualmente comprenderás lo que voy a explicar. Los aspectos que usaré de Breaking Bad son aquellos que me ayudarán a identificar su esquema actancial principal, según la escuela de William Laiton (¿Por qué? Trampolín del actor, Fundamentos, 1990), y las enseñanzas de Robert McKee (El guión, ALBA, 1997). ¡Tranquilo! No entres en pánico, te lo voy a poner fácil, ya lo verás. Pero es importante que conozcas las referencias, de modo que más adelante puedas consultarlas y ampliar información.

¿Por qué Breaking Bad es una historia que funciona? ¿Qué la hace funcionar y ser perfecta? Y, ya que lo he sacado a cuento, ¿qué cosa es el esquema actancial de una historia? y, si he dicho principal, ¿significa que una historia puede tener más de un esquema actancial? Vale, como se acumulan las preguntas, iré paso a paso, desde el comienzo.


Por qué funcionan las historias, por qué funciona Breaking Bad


La serie cuenta la historia de un profesor de Química que, en la segunda mitad de sus años cuarenta, le diagnostican cáncer terminal. Walter White, así se llama el prota, es un hombre tranquilo que siempre se ha comportado de modo correcto, tiene una familia compuesta por un adolescente retrasado que usa muletas para caminar, una esposa cariñosa y controlador que siempre ha llevado las riendas del hogar y una bebé que está por nacer. Cuando Walter recibe el diagnóstico, como reaccionaría cualquiera, se viene abajo y entra en pánico. Se da cuenta de que le queda poco tiempo de vida y, haga lo que haga, morirá. Piensa en su familia y se preocupa por el futuro de sus hijos y de su mujer, quien tendrá que educarlos ella sola. ¿Qué puede hacer un hombre en su situación? Va a morir de cualquier modo, ¿no? Si hay alguna forma de procurar que su familia tenga un futuro mejor, debe actuar ya, sin pérdida de tiempo, y hacer algo que le permita morir en paz, asegurándose de que el futuro de su familia estará, al menos, cubierto económicamente. ¿Cómo resistirse ante un planteamiento así? Si después de conocer esto no te enganchas a la historia y te preguntas: ¿qué hará Walter ahora?, es que eres de palo o estás distraído. 

Una vez que Breaking Bad plantea la historia, nos sorprende diciéndonos: para dar a su familia estabilidad económica y cubrir todos sus gastos durante el resto de su vida, Walter White decide convertirse en narcotraficante de metanfetaminas, ayudado por uno de sus ex alumnos que es ahora un yonqui metido en el mundo de las drogas. Si antes el planteamiento había sido capaz de despertar tu interés, ahora estás completamente enganchado y te preguntas: ¿lo conseguirá?

Si una historia consigue consigue despertar el interés desde el principio, entonces funciona y funcionará siempre, tome el rumbo que tome. Te he compartido sólo el inicio y el planteamiento de Breaking Bad. La serie tiene cinco temporadas. Si no la has visto podrás entretenerte un montón con el desarrollo y evolución de la aventura, que no tiene desperdicio. Pero, ¿cómo es que los guionistas de Breaking Bad han conseguido hacer esto? ¿Cómo puedo hacer que mi propia historia funcione desde el principio y yo no llegue al temido bloqueo? Vamos a profundizar un poco más y a reconocer algunos conceptos básicos que un narrador debe dominar para construir historias.


¿Qué es un esquema actancial? ¿Cuál es el esquema actancial de Breaking Bad?


La información que contiene un esquema actancial generalmente se ubica en el planteamiento de una historia, si contemplamos el planteamiento estructural aristotélico, donde hay un inicio, un planteamiento, un desarrollo, un clímax y un desenlace. 

El esquema actancial no es otra cosa que un esquema que permite al narrador reconocer los principales elementos que impulsan el drama en las historias, es decir, la acción. De ahí el término “actancial”. Para componerlo hay que responder a la pregunta: ¿quién quiere qué y de qué manera? Y completar con la respuesta a las preguntas: ¿por qué lo quiere?, ¿porqué no puede esperar a tener lo que quiere?

En resumen, un esquema actancial se compone por los siguientes elementos: 1) personaje protagonista, 2) objeto de deseo del personaje protagonista, 3) fuerzas antagonistas que se oponen al protagonista en su esfuerzo por alcanzar el objeto de deseo, 4) motivos del protagonista para conseguir su deseo (también llamado leitmotiv); y 5) razones por las que el protagonista no puede esperar a conseguir su deseo.

Protagonista + Objeto de deseo + Motivación + Urgencia + Fuerzas antagonistas = Esquema actancial.

Una historia larga puede tener más de un esquema actancial. Lo común es que las historias largas, las novelas, por ejemplo, tengan un esquema actancial principal, que determina la línea dramática más importante; y uno o varios esquemas actanciales secundarios, que determinan líneas dramáticas menos importantes: las llamadas subtramas. Un historia corta, tiene regularmente un solo esquema actancial.




¿Cómo hacer que mi propia historia funcione?


Si quieres tener la certeza de que tu historia funcionará, tome el rumbo que tome, es bueno que identifiques todos esos elementos, incluso antes de ponerte a escribir. Si lo haces, te ayudarás bastante y no tendrás motivos para bloquearte o quedarte a medio camino. Es muy simple: si un personaje sabe lo que quiere, hay dos alternativas: lo consigue o no lo consigue. El problema de la inmensa mayoría de los personajes, en las historias de mis alumnos principiantes, es que no saben exactamente qué es lo que quieren y, peor aún, a veces el autor tampoco sabe quién es el personaje protagonista de su relato. Si tu protagonista sabe qué es lo que quiere, entonces puede luchar por conseguirlo. La historia terminará en el momento en que lo consiga, o no. Es como tener un punto de partida y un destino. Si sabes que ese es el camino, ¿por qué dudar?, ¿por qué frenarse? Tu relato avanzará y conseguirás desarrollarlo hasta el final. Sólo tienes que asegurarte de darle un corazón a tu historia y hacer que ese corazón lata fuerte.

Cuando tienes claro un punto de partida y un destino, sea cual sea el resultado final, tendrás la certeza de que funciona.


¿Cómo doy a mi historia un corazón y hacer que ese corazón lata?


¿Has leído o escuchado esa frase que dice que un escritor sólo puede escribir sobre lo que sabe? El primer paso para dar un corazón a tu historia es hacerte preguntas clave y responderlas, de modo que puedas construir un esquema actancial. Ese esquema puede cambiar y de hecho, la inmensa mayoría de las veces, cambia conforme avanzas en el desarrollo de la historia. Pero si tienes unas bases al comienzo, el recorrido es más fácil y no te pierdes. Es como cuando viajas. Si visitas un país nuevo o un lugar que nunca antes habías visitado, sobre todo si lo haces tú solito (el trabajo del narrador es bastante solitario), antes de emprender el viaje te aseguras de saber dónde dormirás, cuánto te costará el transportarte, qué alimentos podrás ingerir allí y dónde conseguirlos, qué atracciones o detalles del sitio merece la pena visitar, etc. Te informas, ¿no? Pues, ahora que estás a punto de enfrascarte en la aventura de crear una historia que no existe, tienes que prepararte. Échate la mochila al hombro y guarda las siguientes herramientas. Si quieres que tu historia funcione, esto es lo que debes hacer:


Identifica al protagonista


El protagonista de una historia es aquel que actúa y busca conseguir un objetivo. No basta con que su presencia destaque. Podrías escribir una obra en la que destaque un personaje, pero si ese personaje no tiene un deseo y no hace nada por conseguirlo, por muchas páginas que dediques a ese personaje, no adquirirá nunca la categoría de protagonista.

Mis alumnos principiantes son muy dados a construir relatos en los que hay personajes que se duermen una siesta mientras esperan la llamada de la chica a la que aman, o esperan cruzados de brazos en la fila del supermercado a que una señora termine de contar sus monedas de un céntimo. Los personajes protagonistas no esperan, al contrario, tienen prisa y actúan para intentar conseguir, a cualquier costo, su objetivo, sea cual sea. Si tienes claro cuál de tus personajes tiene un deseo y reconoces que es él quien hará o hace cosas para intentar conseguirlo, entonces has identificado al protagonista.

El personaje protagonista de Breaking Bad es Walter White.


Identifica el objeto de deseo de tu protagonista


Define la naturaleza de su objetivo. ¿Qué quiere? ¿Un coche? ¿Una novia? ¿Viajar a través del espacio? ¿Conseguir que su perro deje de morder sus zapatos? ¿Un millón de euros para asegurar el futuro de su familia? ¿Qué? Entre más específico y claro sea el deseo, más fácil lo tendrás. Ojo, más fácil lo tendrás tú como narrador, no él como personaje protagonista. Si el objeto de deseo de tu protagonista es claro y él mismo sabe lo que quiere, es decir, si es un objeto de deseo consciente, entonces tu tarea al construir el desarrollo de la historia, será ligeramente menos complicada. Podrás decidir con seguridad qué paso dará tu personaje a continuación y, más importante aún, qué obstáculo se le va a oponer. Si el objeto de deseo es consciente, el nivel de complejidad para ti es el más bajo. Y te recomiendo ampliamente que te decidas por esta opción, ya que estás aprendiendo y lo que quieres conseguir es que la historia que estás a punto de escribir, funcione.

Si por el contrario, el objeto de deseo es inconsciente, o sea, si tu personaje no sabe realmente qué quiere. Bastará con que tú lo sepas, aunque eso te dificultará un poco más las cosas. Sólo tu protagonista puede darse el lujo de no saber qué es realmente lo que quiere. Pero tú eres el dueño absoluto del relato que empieza a configurarse y estás obligado a saber qué es eso que realmente quiere tu personaje. El nivel de complejidad para ti, si eliges esta opción, será mayor y, ya que te hace falta práctica, podría terminar convirtiéndose en un obstáculo para cumplir tu meta inicial. Empero, los personajes que no saben realmente lo que quieren, es decir, aquellos que creen que quieren un coche, cuando en realidad quieren sentirse más poderosos para conseguir finalmente enamorar a una chica, aunque son más complejos de manejar y te obligarán a plantear una historia más difícil de controlar, resulta que son los personajes más interesantes y atractivos. Las personas somos así, complejas. Si tu personaje emula en cierta medida esa complejidad humana, será un gran personaje. Pero quizá este no sea un buen momento para ponerte el listón tan alto. 

Si quieres afinar tus habilidades como narrador, te aseguro que siempre es mejor dar pequeños pasos firmes sobre un terreno conocido, que dar grandes saltos sobre un terreno desconocido y fangoso. Cuando menos te des cuenta estarás jugando en el fango sin miedo a quedarte allí atascado, y hasta sabrás cómo convertir el fango en terreno firme.

Finalmente considera que un objeto de deseo evoluciona. Puede mutar y transformarse temporalmente. Para ser el mejor escritor del mundo y ganar el Premio Nobel de literatura, quizá debas primero fijarte el objetivo de ser un maestro de la creación literaria, por ejemplo. La clave para alcanzar una meta, o al menos dejarse la piel intentando conseguirla, es no olvidar nunca cuál es ese objetivo final. Tiene que suceder eso a tu personaje protagonista.

El objeto de deseo de Walter White, al menos al comienzo de la historia, es conseguir dinero suficiente para dejar cubiertos los gastos de vida y estudios de su familia.

Si has llegado hasta aquí y has identificado en tu propia historia todos los elementos antes mencionados, podríamos decir que ya tiene corazón. Vas por buen camino. Ahora falta que ese corazón lata. Si late, entonces conseguirás que la historia funcione. Para que el corazón de tu historia lata debes:


Identificar los motivos por los que el protagonista está dispuesto a conseguir su objeto de deseo: llueve, truene o relampaguee


Si tu personaje no se siente impulsado por una fuerza superior que lo empuje a la acción, entonces no tienes aún los elementos necesarios para hacer que tu historia funcione por completo. Los personaje protagonistas necesitan motivos para actuar. ¿Por qué buscar trabajo si mi familia me mantiene? ¿Por qué viajar a la India si puedo conocer todo acerca de ese país a través de Internet? ¿Por qué conseguir tanto dinero como para dejar cubiertos los gastos de mi familia por el resto de sus vidas?

A Walter White le han diagnosticado cáncer. Sabe que morirá. Y que si no actúa, su familia podría tener muchas complicaciones en el futuro y él, tarde o temprano, dejará de tener la oportunidad de hacer algo al respecto.


Identificar la razón por la que el protagonista debe conseguir su objeto de deseo lo antes posible. ¿Cuál es su urgencia?


White lo tiene claro. Si no consigue la pasta ya, morirá antes de que su familia tenga el dinero suficiente para subsistir sin él. Este es el grado de urgencia que conviene asignar a nuestro personaje protagonista. Sólo cuando tiene prisa por conseguir su objetivo es que no se echa a dormir la siesta mientras la chica a la que ama, se decide a llamar por teléfono, o espera cruzado de brazos a que la viejita del supermercado cuente todos sus céntimos y pague la cuenta. En la vida real, lo cívico y lo normal es actuar con mesura. En la ficción, entre más extravagantes, locas y divertidas sean las situaciones en las que actúa un personaje, más disfrutamos. 

La urgencia es importante. Muy importante. Ella procurará que nuestra historia tenga un ritmo ágil, es decir, que la progresión de las acciones sea constante, inclusive rápida. Seguro que te has topado con un cuento o una novela que te produjo sueño antes de terminar de leer. ¿A caso quieres que tus lectores se duerman con lo que escribes?


Identificar las fuerzas antagonistas que se opondrán al protagonista


Sólo cuando imagines toda la historia, es decir, cuando conozcas todos los acontecimientos y acciones que la van a componer, hasta el punto en que tu personaje consigue o no su objeto de deseo, sólo entonces podrás reconocer si los obstáculos que se le oponen son suficientes o necesitas ponérselo más difícil. Si al revisar tus ideas reconoces que tu personaje consigue muy pronto su objeto de deseo, súmale obstáculos. Es lo mismo si no consigue su deseo, es decir, aunque no lo consiga debe tenerlo difícil, el reto, si no va a conseguir su meta, es que hagas pensar al lector que lo más seguro es que sí la alcanzará. La cuestión es, termine como termine tu historia, que debes construir un relato en el que el protagonista tenga que sudar bastante antes de concluir. De lo contrario, lo que habrás construido, en lugar de una historia, es un planteamiento. Recuerda, las historias tienen inicio, planteamiento, desarrollo, clímax y desenlace. 

Los elementos que te ayudarán a construir un esquema actancial, es decir, aquellos aspectos con los que podrás darle corazón a tu historia y hacer que ese corazón lata, son sólo unas cuantas herramientas necesarias que te asegurarán su funcionalidad. Breaking Bad tiene cinco temporadas y, el planteamiento general de la historia que cuenta la serie, constituye tan solo parte de los primeros dos capítulos. Hazte una idea.


¡Listo! Ahora tu historia funciona. Pero, ¿has pensado en su estructura?, ¿con qué tipo de narrador vas a escribirla?, ¿sabes ya cómo se relacionarán los personajes entre sí, qué función tienen dentro de la historia?, ¿qué antecedentes biográficos tienen o en qué época se ambientará? ¿No? Tal vez quieras profundizar en ello a través del Curso de Iniciación del Taller de Escritura Creativa. Qué… ¿te animas? ¡Inscríbete!

Israel Pintor.

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